domingo, 16 de diciembre de 2007

La sociedad bipolar. 15

Lo que he explicado del Juego del Ultimatum hace evidente que, si se engaña a B sobre las ganancias reales de A, o si simplemente B las desconoce, está mejor dispuesto a estimar sólo su ganancia. Pero vemos por los experimentos realizados en variados sitios y culturas que cuando se conocen se rechaza casi de forma sistemática la desigualdad y la sensación de hacer ganar mucho sin participar en ello. Y antes decía que, en mi opinión, el carácter comunitario de los seres humanos se hace presente incluso en este caso, en el que no hay relaciones mutuas ni expectativas para un futuro.

Se comentaba recientemente la posibilidad de que los niños prefiriesen (1) a las personas que muestran un comportamiento altruista con otros. Y probablemente todos lo hacemos y no por altruismo sino por un instinto obvio: si alguien queda identificado como egoísta o poco dispuesto a devolver favores, la probabilidad de que se comporte con nosotros de esa misma manera es grande y, por tanto, es poco razonable invertir cuidados y ayuda en él. Nadie se extraña, sin embargo, de que una madre prefiera a sus hijos o un pariente o un amigo a los suyos, pero la intuición de que alguien nos puede perjudicar no carece ni de importancia ni de consecuencias.

Entonces, si todos los que son conscientes de que en el juego social o económico unos resultan mucho más beneficiados que otros evalúan del mismo modo el papel del egoísmo y del altruismo, lo probable es que se rechace en la medida de lo posible el comportamiento del que se enriquece muy por encima de lo demás y se lo tache de egoísta, insolidario o asocial. Y en el juego social las ganancias de los favorecidos suelen ser tan evidentes como riquezas y poder, de forma que el perjudicado va a reaccionar intuitivamente con la misma predisposición al rechazo que en el juego sociológico.

Sería poco realista un modelo basado en ignorar la agresión y el egoísmo, pues existen, o en que entre personas de la misma condición se den los robos, engaños y todo tipo de crímenes, de forma que las únicas injusticias entren en el mundo a través de la división del trabajo o la propiedad. Así que los desfavorecidos pueden tener como opción negarse a participar en el juego haciendo ganar una cantidad desproporcionada a otros si ellos se sienten perjudicados o simplemente tratar de elevar su valor en el juego social o de disminuir el coste de lo que ofrecen, en competencia con las personas de su misma condición y, por lo tanto, económicamente equivalentes. Dependerá de la situación, de la organización y de la ideología y así vemos que ha sucedido.

El progreso de los pocos artesanos que abastecían de productos de lujo a sus señores no estaba relacionado con el bienestar de la mayoría. Podemos ver los lujosos objetos celtas del periodo La Tène, las joyas de oro de las tumbas escitas o el tesoro de Tutankhamon para darnos cuenta de que a los buenos orfebres nunca les faltó un patrón ni una buena vida. Pero una vez saturado el mercado de lujo queda abierto el de los bienes de lujo o de mera necesidad de la mayoría de la población y es ahí donde crece el número de los artesanos y donde tiene su terreno la industria. Es ahí donde los artesanos, industriales y comerciantes innovadores son capaces de encontrar un mercado potencialmente enorme para sus productos y donde van a ver una coalición de intereses entre su provecho y el de la mayoría. La idea marxista de que los propietarios van a expoliar a los trabajadores hasta reducirlos a la miseria choca nuevamente con la evidencia. Una masa de desharrapados no puede comprar todas las telas que salían de los telares ingleses ni el comercio de lujo sería suficiente para justificar las grandes inversiones industriales y comerciales y la evolución prevista por el marxismo de cada vez mayor concentración de la riqueza y mayor difusión de la miseria hacia los pequeños propietarios, industriales o comerciantes choca con los datos reales.

Hay tres fuerzas evidentes que pueden explicar eso: la primera, como he dicho, la percepción de que si puedes fabricar en masa reduciendo costes necesitas una masa de compradores que absorba lo producido y es tu interés que exista y tenga los recursos suficientes para crear una demanda solvente; la segunda, las alianzas sociológicas y políticas entre los que están interesados en la extensión de la riqueza; y la tercera, la competencia entre sociedades retrasadas y divididas en una minoría de riqueza ostentosa y una mayoría sin recursos, con baja o nula cohesión social (salvo por factores ideológicos como la religión o la nacionalidad) y las más igualitarias.

Lo oportuno es que los historiadores estudien estas fuerzas pero se me ocurren sencillos ejemplos de batallas entre los numerosos ejércitos de señores rodeados de siervos, como los persas, frente a cerradas filas de hóplitas atenienses que pagaban su armadura con sus recursos. O quizá fuera simplemente la capacidad de una sociedad diversificada y eficaz económicamente para sostener una guerra contra una pobre con una exigua minoría de ricos opulentos.

Pero el hecho histórico es que por conveniencia o porque ni siquiera los situados a media altura en la pirámide social dejarían de verse estafados al ver enriquecerse a los de más arriba sin participar de ello, la élites de poder ha sido constantemente desafiadas y derribadas por alianzas entre los de la parte baja de la pirámide. Los seres humanos podemos comprender el mundo dividiéndolo en categorías y clasificando cada hecho como consecuencia particular de una regla general. Por eso, los comportamientos humanos no escapan a una visión teórica en forma de ética en la que se valore la predisposición de unos para ayudar a otros que antes les ayudaron o para interesarse en su bienestar. Y no es extraño que en medio de guerras o carestías los menos favorecidos cuestionen el valor de la élites para la dirección de la sociedad y lo que aportan de riqueza y bienestar.

Las revoluciones liberales fueron un ejemplo de esto como alianza de los comerciantes y artesanos con las poblaciones que se sentían desfavorecidas en el orden estamental contra la minoría en el poder y las contrarrevoluciones conservadoras, fuera cual fuera su pretexto ideológico, ponían de manifiesto una alianza entre quienes se sentían perjudicados por la sociedad industrial y liberal. El marxismo no podía ser otra cosa que una alianza entre los obreros industriales y una pequeña élite intelectual que se sentía desfavorecida en el modelo de sociedad.

Los obreros han llegado a ver la riqueza que acumulan los propietarios y no valoran tanto su propio bienestar o si se ha incrementado desde que dejaron el campo y las azadas en forma de ropa más barata con las telas que fabrican sino que en una forma de juego de ultimatum ellos reciben una mínima parte de lo ganado en conjunto. Y en medio de alguna crisis en la que la pobreza ya no se vive como relativa sino como absoluta la paciencia se agota fácilmente y la sensación de estar siendo estafados llega a disparar su ira. Quizá por eso, los revolucionarios socialistas actuaron más como ideólogos que como científicos o filósofos, es decir, más tratando de organizar unas fuerzas impulsadas por la sensación de injusticia que tratando de comprender las raíces del hecho. Y quizá precisamente por eso, Marx no trató tanto de comprender como de transformar la situación y dibujó un esquema teórico más capaz de movilizar las fuerzas de las clases obreras que de convencer a alguien en un debate racional.

Podemos decir, por lo tanto, que el marxismo es fruto de una situación de tensión social y que es uno de los resultados esperables de alianzas de clases bajas contra clases altas. Pero su esquema teórico falla en sus presupuestos al despreciar el valor de los que crean, organizan e innovan para reforzar el valor del trabajo. Sería dudar demasiado de la honestidad intelectual de Karl Marx o sobreestimar su capacidad para engañarse sostener que su teoría vendía a los obreros una posición más elevada en la sociedad socialista que en la liberal sólo con el fin de compraran socialismo y no liberalismo, pero las consecuencias son esas. Y las de que los innovadores y creadores de riqueza no se sintieron favorecidos, también.

Y no sólo en lo económico sino en lo político. El marxismo interpretaba que, según su teoría, la oposición entre propietarios y trabajadores iba a ser creciente hasta llegar a un estado de miseria tal entre los obreros que la rebelión fuese su única salida natural. Y en ese estado de rebelión difícilmente se podría llegar a un consenso democrático entre una minoría ávida de expoliar la última gota de sangre a los obreros y unos trabajadores exhaustos sino que la lucha de clases iba a adquirir tintes de drama y la vida de los trabajadores y su necesidad de liberarse, con las fuerzas del progreso encarceladas por los capitalistas monopolistas de su parte, daría lugar a un enfrentamiento violento que haría imprescindible un control absoluto de las fuerzas socialistas sobre el Estado y la economía.

Es decir, el marxismo no sólo creía que las iniciativas individuales en lo económico sólo podían ir en una línea de desproveer progresivamente a unos en beneficio de otros sino que la pluralidad política sólo podía sostener esa línea o evitar o retrasar la llegada de la sociedad sin clases. Por lo tanto, si la iniciativa individual expoliaba a los trabajadores, los socialistas proponían una administración centralizada de la economía que retribuyera a cada uno en función de su valor de trabajo, teóricamente igual para todos. Y si la iniciativa individual en lo político no era compatible con esa administración centralizada de todas las fuerzas de una sociedad, la pluralidad debía ser eliminada y la dirección política centralizada en unas manos únicas: las de la vanguardia de la clase trabajadora.


Nota 1:
Herencia en los juicios de valor
Escrito el 26 de Noviembre de 2007 en Evolución, Ciencia y Mundo, Selección natural y Divulgación

“Los bebés saben elegir a las personas“. Muchas veces escuchamos esta frase, y otras similares, para dar a entender la supuesta capacidad innata que poseen los niños de menos de un año para elegir quien le acune mejor. Sin embargo, no dejaba de ser un comentario gratuito y sin prueba alguna, al menos hasta ahora.
 "Herencia en los juicios de valor" en El blog de Evolutionibus

"Social evaluation by preverbal infants" en Nature

"Babies Prefer Good Samaritans" en ScienceDaily

"Los bebés distinguen al enemigo" en BBC Mundo.com 

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2 comentarios:

my blue eye dijo...

Sigo su análisis con atención. Me gustaría preguntar una cosa: ¿en qué sentido cree que los hallazgos de Marx en el terreno sociológico son fructíferos? Lo digo porque toda la vida he pensado que alguien como Max Weber sólo puede surgir después de Marx, por ejemplo. Y me gustaría que me concretara, a ser posible, eso que yo no he sido capaz de concretar más.

Sursum corda! dijo...

Creo que Marx, y no sólo Marx ni primero Marx, trata de hacer un estudio de la sociedad considerando que incluso lo que pensamos de ella es un constructo social. Trata así de alejarse de lo que se piensa para estudiarla con el mismo distanciamiento como lo haría un entomólogo con una especie de hormigas. Y en mi opinión ésa es la única vía que puede dar frutos. Luego Marx se convierte en ideólogo, desaparece el distanciamiento, aparece el apasionamiento y todo rueda por los suelos.

No quiero ni puedo enredarme aquí en lo que es o cada uno cree que es positivismo y todo eso, pero lo importante de cuando en el Renacimiento se recupera la idea de que la Razón es la clave para comprender el Universo y no la tradición o la autoridad es que cada individuo puede tratar de entenderlo con las meras fuerzas de acumular datos y usar la lógica,

Ya no es una revelación divina a unos pocos o la sabiduría desigualmente repartida lo que importa sino un método de conocimiento y los científicos se dedican a tratar de explicar el mundo con sus solas fuerzas.

Creo que Marx es una consecuencia de una forma de entender el mundo que es la confianza en la Razón. Lo mismo que anima a Galileo, a Newton o a Darwin quien, por cierto, también tiene mucho que decir en sociología si se sabe filtrar toda la confusión sobre el llamado "darwinismo social".

Su pregunta sobre Weber es curiosa porque Marx es quien reduce las ideologías a estructuras económicas mientras que Weber es quien reduce las estructuras económicas a ideología. Yo trato de situarme en un punto intermedio pues, al menos hasta ahora, no he conseguido hacerme una idea completa de por qué en China no aparece el capitalismo, pero espero que más adelante hablemos de eso.

Le pido que critique lo que expongo porque muchas son ideas "en crudo" que necesitan ser cocinadas y nadie vemos bien los fallos desde dentro. Mi postura es la de que debemos aplicar el distanciamiento del entomólogo siempre y en toda circunstancia, incluso sabiendo que somos "hormigas".

Un saludo.