jueves, 20 de diciembre de 2007

La sociedad bipolar. 17

Hemos visto que la tesis marxista es que hay un conflicto social basado en la existencia de la propiedad privada y en el que, a través del progreso de la economía, se va haciendo mayor la cantidad de recursos que los propietarios de los medios de producción se reservan, pagando a los trabajadores por su trabajo una proporción cada vez menor de lo producido hasta llevarlos a la miseria. Pero como en el mismo proceso los propietarios crean mayores industrias con cada vez más trabajadores y más pobres, están creando y armando sin saberlo, sin quererlo o sin poder evitarlo, la fuerza que los va a destruir como clase social y, con ellos, al modelo económico basado en la propiedad privada. Según esa idea, es la propiedad privada la que da origen al progreso y a las transformaciones económicas y sociales pero, como una parte de estas transformaciones, llegará a ser superada y suprimida cuando se oponga a los nuevos cambios a que ha dado origen.

Hemos visto también que el mecanismo de creación de riqueza es otro muy diferente a lo que dice la teoría marxista y que no ha habido ese proceso de empobrecimiento de los obreros de las industrias que los haya llevado a la revolución ni que donde ha habido esas revoluciones se haya debido a los procesos económicos explicados según Marx. Pero la explicación de las revoluciones marxistas no está en que la teoría sea verdadera o falsa sino en la capacidad de unos grupos con un sentido de la estrategia a largo plazo para aprovechar circunstancias que movilicen a suficiente gente a su favor.

Evidentemente, cada persona se integra por una combinación variable de convicciones y conveniencias en una estructura social dentro de la que espera obtener mejores resultados que en solitario. Pero lo que hace funcionar esa estructura no es, tal y como dirían los marxistas, su contenido ideológico sino la manera en que efectivamente produce resultados. Unas cuantas personas animadas y convencidas, incluso por una idea falsa e irreal, pueden obtener resultados por el hecho de estar organizadas y coordinadas y por actuar con la decisión que les da creer en que tendrán éxito, pero no necesariamente porque su idea sea verdadera ni porque en realidad vayan a alcanzar el éxito a medio o largo plazo. Y como la verdad y las consecuencias futuras son algo más difícil de determinar que el éxito actual y visible, lo más frecuente es que una persona juzgue del éxito futuro de una idea o de una colectividad a partir del éxito pasado y presente del mismo modo que en todos los fenómenos de masas, desde los seguidores de un personaje público hasta los procesos especulativos en los mercados.

El ser humano, social por naturaleza, atiende a señales sociales evaluando la probabilidad de que algo sea verdadero por cuantos más datos independientes haya a su favor. Este mecanismo no es muy diferente del de una bandada de gorriones que pican en el suelo de manera que por puro azar unos estén picando mientras otros tengan la cabeza levantada. Basta que unos pocos inicien el vuelo para que todos o casi todos se lancen a volar sólo por la probabilidad de que los demás hayan visto un peligro. O lo mismo si se acercan a un sitio donde muchos picotean sólo por la probabilidad de que haya alimento. Pero el problema de los fenómenos de masas es que caigan en un bucle de datos aparentemente independientes pero que en realidad se amplifican de manera que un pequeño número de individuos coincidan en un comportamiento o idea y eso inicie un fenómeno de atracción basada en el instinto de suponer que hay algo real y más individuos compartan ese comportamiento atrayendo así a más y más.

Que la sociedad es una estructura basada en gran parte en fenómenos de masas queda claro porque las modas o las costumbres, desde el modo de pronunciar al de moverse, están reguladas por la atracción de los individuos hacia un modelo que agrupa a muchos preferentemente a uno poco extendido y se concreta en fenómenos psicológicos tan llamativos como la búsqueda de aceptación pública o la valoración individual de algo o alguien a través de su valoración pública previa.

Pues bien, el éxito de las ideas y prácticas marxistas no viene dado por su acierto al juzgar lo que es el valor económico de un bien o servicio ni por su acierto al desentrañar la esencia del cambio social o al prever su evolución sino por su capacidad para organizar a mucha gente con la convicción de que tendrán éxito y por dar fuerza práctica a esa creencia y voluntad de acción. Y en eso no creo que haya diferencia con el papel de ideologías sociales que tienen o han podido tener en otros tiempos las religiones.

El marxismo nace como filosofía o ideología para grupos de trabajadores o que aparecen alrededor de éstos. Y en la economía, la capacidad de un individuo poco especializado para obtener un gran precio por su trabajo es baja. Tan baja como sea su utilidad marginal para quien lo compra. Por eso la tendencia de las industrias es a la absorción de los competidores y al monopolio, pues de esa manera desaparecen los que pueden ofrecer lo mismo y aumenta la capacidad para imponer un precio alto. Y, lo mismo que las empresas al monopolio, los trabajadores tenderán siempre a imponerse a su competencia que son los otros trabajadores o a absorberla en un colectivo de intereses idénticos y coordinados. He dicho siempre, además, que la coordinación y la especialización de los agentes dentro de un grupo, sea la sociedad o cualquier mercado, produce mejores rendimientos para toda la sociedad o todo ese mercado. Entonces, ¿cómo no apreciarán los trabajadores la mejora en su capacidad para exigir un precio mayor para su trabajo cuando sus demandas son colectivas y coordinadas? ¿No es eso lo que hace una empresa con una central de compras?

Por lo tanto, la ganancia que da la teoría marxista a los trabajadores no viene porque sea verdadera ni los lleve por la vía del progreso sino porque, en cualquier caso, les permite organizarse en un colectivo dotado de una ideología y unos fines comunes. Y es esa ganancia de hecho y visible la que se juzga y no las verdades de la ciencia económica o la exactitud de las previsiones acerca del curso histórico de los acontecimientos. Y tanto más cuanto que el colectivo beneficiado sea amplio y vea resultados tangibles aunque pequeños, pero también grandes aunque ideales si se toma los primeros por signo y criterio de los segundos. Por estos motivos, precisamente, es por lo que la evolución de los colectivos marxistas y su papel en las sociedades actuales es tan diferente en las sociedades modernas y diversificadas de lo que lo es en las atrasadas y clasistas o las sometidas a graves crisis.

En las sociedades industrializadas, lejos del empobrecimiento, los trabajadores han visto progresar su bienestar al convertirse en agentes especializados y ser capaces de hacer valer de forma creciente esa capacidad para crear riqueza como valor que exige un mejor pago. Y no sólo porque los propietarios de las industrias hayan considerado oportuno crear una demanda solvente para más productos sino por la capacidad de presión de unos sindicatos activos y los impulsos políticos de quienes creeen en el valor de una sociedad cohesionada con mínimos de vida garantizados (1) o ven utilidad en que exista.

En esas circunstancias, la labor útil de negociación se demuestra por los resultados en las mejoras de vida y de condiciones laborales. Por el contrario, en sociedades atrasadas la negociación no proporciona resultados porque con frecuencia los trabajadores son meros peones de labores que cualquiera puede realizar con poco entrenamiento, de manera que cada trabajador puede ser reemplazado por otro si se niega a trabajar o porque, en realidad, la mayoría de la población apenas produce para algo más que su subsistencia importando nada o poco más que nada sus demandas. Con esos condicionantes se puede ver creíble o necesario un cambio absoluto, sea cual sea la teoría que dice sustentarlo. Alguien mal pagado por su trabajo o que apenas puede generar excedentes que vender se ve tantas veces cerca de la muerte o la miseria que puede apostar a un cambio que promete un resultado esplendoroso aun con cierto riesgo. O bien su riesgo de no hacer nada es muy grande o bien puede sobreestimar un gran premio prometido como el jugador de Lotería o el apostador por la vida eterna con los criterios de la apuesta de Pascal (2). Es así como los grupos marxistas han convencido a masas empobrecidas de que les convenía apostar por sus tesis.

El tipo de teoría que es el marxismo reúne las cualidades para tener mayor efecto en situaciones de miseria o desconcierto pues conjuga una teoría amplia y profunda con un impulso a la acción muy decidido. Un economista podría escuchar indefinidamente un debate entre un partidario del keynesianismo y otro del monetarismo. Un ciudadano de un país desarrollado, suficientemente formado y satisfecho, podrá tomar en consideración esos argumentos en los ratos libres. Pero alguien que ve de cerca la miseria no tiene tanta paciencia ni tanto tiempo para hacer algo provechoso que le permita salir de ella y menos distraerse con debates filosóficos. Probablemente escuche con más gusto una ideología que le asegura un futuro, y no como algo más o menos probable sino con una certeza directamente proporcional a la convicción y energía con que la acepte. En esos casos, además, como en otros fenómenos de masas, y especialmente en las supersticiones o en las creencias religiosas, el que duda no es visto tanto como un escéptico o un crítico sino como un enemigo o un traidor que impide o retrasa la llegada del momento deseado. Esa condición de situarse de un lado o del otro de una linea y de urgir a tomar postura no es propia del debate científico pero sí de todo fenómeno de masas donde se perciba un enfrentamiento entre dos posturas fuertemente antagonistas, y hemos visto que Marx traza esa oposición entre los propietarios y sus obreros explotados tan claramente y de forma tan irremediable como una religión o una raza fanáticas la trazan contra los que llaman sus enemigos.




Nota 1: Aguien tan poco izquierdista como Otto von Bismarck implanta en Alemania la Ley del Seguro de Enfermedad en 1883.  "Seguridad social" en Wiki  (Subir)

Nota 2: Usted tiene dos cosas que perder: la verdad y el bien, y dos cosas que comprometer: su razón y su voluntad, su conocimiento y su bienaventuranza; y su naturaleza posee dos cosas de las que debe huir: el error y la miseria. Su razón no está más dañada, eligiendo la una o la otra, puesto que es necesario elegir. He aquí un punto vacío. ¿Pero su bienaventuranza? Vamos a pesar la ganancia y la pérdida, eligiendo cruz (de cara o cruz) para el hecho de que Dios existe. Estimemos estos dos casos: si usted gana, usted gana todo; si usted pierde, usted no pierde nada. Apueste usted que Él existe, sin titubear.

Pensamientos. Blaise Pascal (1670)
 "Apuesta de Pascal" en Wiki  (Subir)




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1 comentario:

El Cerrajero dijo...

A pesar de todo... ¡Feliz Navidad!