lunes, 17 de diciembre de 2007

La sociedad bipolar. 16

Probablemente en cualquier momento se pueda percibir que la distribución de la riqueza sea desigual en las sociedades modernas pero eso no es motivo para ninguna acción individual ni mucho menos para que reciba una respuesta social organizada, primero porque lo que se vive como habitual y sin especial molestia se percibe como natural, como los habitantes del desierto no se extrañan del calor o la sequedad ni los del ártico, del frío y el hielo; después porque forma parte del esquema de cada persona tratar de sacar provecho de sus ventajas y pocos se extrañan tampoco de que los demás lo hagan salvo que sea en su claro perjuicio y, por fin, porque puede existir una ideología aceptada que muestre que las cosas son así necesariamente. Pero en los momentos de escasez, de pobreza, falla la primera base porque la vida se hace muy difícil y nadie asume libremente estar condenado a la miseria o la muerte, la segunda por la sensación de que unos tienen en riesgo su vida mientras que algunos están a salvo y la tercera porque cualquier ideología casi siempre se abandona cuando es algo evidente lo que se le opone.

Los momentos de crisis, sea económica o social, son aquellos en los que con mayor probabilidad los que se consideren desfavorecidos van a cuestionar la parte que les toca en el reparto y en los que pueden hacer subir el precio que exijan por su aportación a la estabilidad social. Por eso la historia es más bien la de periodos de equilibrio en los que las innovaciones se incorporan poco a poco frente a conflictos en los que el modelo vigente se muestra incapaz de gestionar el cambio y se buscan las salidas de una manera razonable o desesperada. No creo que se pueda argumentar que el progreso es constante ni inevitable ni que la existencia de cualquier modelo social o económico es la de un cambio imparable que genera sus crisis necesariamente. Parece que cada modelo social, ideológico, económico tiende a gestionar los recursos de los que dispone y que cambia cuando se enfrenta a un cambio de su entorno, incluida la presencia de grupos sociales, modelos o ideologías rivales. Digo esto porque en la actualidad se pueden ver grupos humanos de cazadores recolectores que quizá no hayan cambiado en lo esencial desde hace milenios y no es una especie de fuerza interna la que les hace cambiar o no cambiar en una dirección sino su adaptación a un entorno cambiante. Y cuando las presiones del ambiente se mantienen constantes puede ser una tendencia útil no invertir en innovaciones que llevan a un gasto que no reporta beneficios. Toda innovación implica un coste por lo que se hace más otro por lo que se deja de hacer y puede suceder que los resultados de una innovación no compensen ambos costes, que es lo que me inclina a pensar que los cambios en Europa se debieron a unas afortunadas circunstancias de desarrollo científico, social y disponibilidad de recursos naturales.

Pero si la crisis es profunda o se prevé que pueda serlo se puede buscar un modelo alternativo al vigente como una especie de inversión en innovación tal que el resultado vaya a compensar los costes en un momento en el que el coste de no hacer nada puede ser demasiado grande. Y, a la hora de buscar un cambio, creo que cualquier persona busca aumentar su bienestar y, al menos, los de algunas personas que considera instintivamente su entorno natural y eso puede pasar necesariamente por alianzas para compartir ese bienestar ya existente o el que se espera conseguir entre todos. Lo que diferencia la sociedad humana de otras no es Cultura frente a Naturaleza sino una naturaleza que incorpora cultura en un grado mucho mayor que otras especies y una capacidad para imaginar, es decir, representarse mentalmente una situación no conocida ya sea sobre el pasado, el presente o el futuro. Las acciones individuales no se deben, por tanto, al resultado invariable de un rígido instinto sino a un proceso de decisión que incorpora conocimientos y preferencias anteriores y que evalúa las posibles situaciones que se puedan dar en el futuro conforme se tomen unas decisiones u otras. La idea de que los beneficiarios de una situación social van a ser indiferentes a sus consecuencias es absurda y va contra cualquier evidencia acerca de cómo actúa una persona consciente de sus actos.

Un mecanismo ciego como el que describe la evolución del sistema económico según los marxistas es, por lo tanto, paradójico, si no es suficientemente paradójico que los marxistas crean en ello considerándose los paladines de modelos dialécticos y no mecanicistas. El hecho es que el desarrollo de la economía sólo es posible como un mercado en el que cada vez más agentes se especializan en sus funciones produciendo más e intercambiando sus bienes y servicios. Y es obvio que un mercado más amplio incorpora más capacidad de especialización, mayor producción y riqueza total y que eso no puede suceder sin algún aumento de la riqueza individual y sin la mejora en el trabajo de cada agente individual de tal manera que prefiera esa situación a la precedente. Así, los industriales y comerciantes o el que vende su trabajo desearían siempre encontrar muchos compradores para sus productos y pocos productores en competencia con ellos, con una única solución posible: la máxima diversificación. Es obvio que la concentración de la producción significa pocos productores y menos riqueza total, como si los artesanos se limitaran a fabricar azadas y no hoces, guadañas o herraduras. Al contrario, la diversificación implica mucha producción de muchos elementos diferentes y que pueden satisfacer todo tipo de necesidades o preferencias.

Creo que, simplemente por eso, las sociedades industriales más modernas, las de los EE UU e Inglaterra antes que ninguna, progresaron hacia niveles de diversificación económica en los que no bastaba con peones que extrajeran carbón de las minas sin saber hacer otra cosa sino que hacían necesarios muchos trabajadores especializados produciendo mercancías que incorporaban tecnología y oficio en su diseño y elaboración. Y ese trabajo especializado sólo era posible si se retribuía mejor que un trabajo no especializado. Todo lo contrario de un camino progresivo de los obreros hacia la miseria. Y la consecuencia esperable es que la situación no evolucionó tampoco hacia una revolución en los países industrializados.

Pero la sociedad no es exclusiva ni principalmente un mercado de bienes y servicios sino un sistema de compromisos de cooperación actuales y aplazados acerca de la seguridad de la vida, de la garantía de la libertad y la protección contra las agresiones. Y el que forma parte de una sociedad pero se siente abandonado no tendrá demasiados motivos para colaborar en su sostenimiento y buscará una alianza con personas o grupos que le aseguren un incremento de seguridad o de la sensación de seguridad. Por eso las sociedades son resultados de muchos tipos de interacción entre muchas personas y grupos y no podríamos entender ninguna de ellas a lo largo de la historia sin clanes familiares, sectas religiosas, asociaciones de intereses comunes, grupos contra grupos o cualesquiera otras estructuras en las que el individuo se sienta integrado y protegido. Si combinamos ambas condiciones, económicas y sociales, tenemos que los partidos políticos y asociaciones cuya finalidad sea influir en la estructura y funcionamiento del Estado tienen su fuerza precisamente en las sociedades diversificadas en las que los individuos no tienen un valor marginal muy bajo, como un campesino que puede ser reemplazado por otro campesino, sino el de partes con funciones especializadas de las que dependen otras partes y que pueden paralizar el conjunto negando su colaboración. En sociedades menos diversificadas la fuerza es la pura masa y su capacidad para imponerse en una situación pero en una sociedad moderna es necesario que toda la estructura funcione y no hace falta mucha fuerza para conseguir que no lo haga.

De este modo, los grupos de trabajadores, incluso los que los marxistas considerarían que consolidan el sistema al no sumarse a una revolución, adquieren una fuerza con la que otros grupos necesitarán contar. Los trabajadores, es decir, la mayoría de la parte más baja de cualquier pirámide social, pueden ver cómo su vida puede mejorar dentro de una estructura política y económica en la que tienen el valor de una parte indispensable, en la que es necesario contar con el individuo y no sólo con su trabajo sino también con su opinión y sus deseos. Por eso la evolución de los países más adelantados económicamente fue la de unos adelantados también en el progreso político y no a través de una crisis que desembocara en una revolución sino a través de la formación de sindicatos, partidos políticos y medios de comunicación capaces de participar cada vez más en la vida y gobierno del colectivo social. Sólo en los casos más duros de crisis económicas o políticas o en las situaciones menos avanzadas pudieron los partidarios de la revolución llevar a cabo sus planes.

El caso de Rusia y sus revoluciones debería de ser significativo pues tienen éxito en el marco de una derrota militar en la Primera Guerra Mundial y de la incapacidad manifiesta de la autocracia zarista para afrontar las crisis. La Revolución de Febrero (1) termina con la abdicación del Zar Nicolás II y la instauración de un gobierno provisional. Sin embargo lo que ha sido llamado la Revolución de Octubre (2) es el Golpe de Estado que dan los bolcheviques contra Kerensky, (3) un socialdemócrata, apoyándose en la violencia y en la propaganda de acabar con la participación en la guerra que el Gobierno provisional deseaba continuar. Es llamativo que fuera el gobierno alemán durante la PGM quien franqueó el paso a Lenin a través de sus territorios desde Suiza hasta Rusia para conseguir la paz en el frente ruso, (4) que los bolcheviques aceptaron con enormes cesiones, pago de hecho de Lenin a sus benefactores.

Como decía antes, los marxistas no aceptan el valor del intercambio y de las aportaciones individuales sino que imaginan que sólo un mando centralizado puede organizar la economía y la vida política. Así, tras el golpe de Estado de Lenin, lo que se logra es una dictadura y una guerra civil pues la democracia que consiste en valorar lo que cada individuo aporta a la sociedad queda descartada si se cree oportuno desalojar a la mayoría del poder por la fuerza. Ahora bien, las ideas no triunfan por ser verdaderas, a veces ni siquiera entre científicos, sino por agrupar a suficientes personas de un modo organizado frente a menos personas o peor organizadas y está claro que Lenin organizó políticamente a los bolcheviques y Trotsky los organizó militarmente, siendo capaces de ganar la guerra civil.

En realidad, en ningún sitio donde triunfaron los partidos marxistas había habido una industrialización y una acumulación de riqueza que llevara a los trabajadores a la revolución. Ni en China, donde los comunistas triunfan en una guerra civil contra los nacionalistas tras la Segunda Guerra Mundial, ni en Europa, donde los países bajo control de los ejércitos de la U.R.S.S. pasan a estar controlados por gobiernos títeres comunistas. Guerras, golpes de Estado y acciones guerrilleras dan idea de lo alejada de los hechos que está la teoría marxista. Donde la evolución de las sociedades pudo seguir un cauce democrático no hubo revoluciones sino un reforzamiento del papel del individuo como creador especializado de bienestar y como beneficiario de ese estado de bienestar.

Las teorías marxistas no son, por tanto, un diagnóstico adecuado de los problemas que pueden existir a lo largo del progreso social y económico ni un buen pronóstico del curso que probablemente sigan los hechos. Nada ha ocurrido como preveía Marx. Pero donde en otras circunstancias de atraso, miseria o violencia los grupos marxistas tomaron el control del Estado y de la economía, tampoco mostraron capacidad para mejorar el bienestar, para acelerar el progreso y en general ni siquiera para continuarlo a buen ritmo, para democratizar la vida política ni para evitar caer en graves crisis. Quizá eso debería ser suficiente para mostrar la falsedad de la teoría, aparte del análisis de sus principios teóricos.




Nota 1: La Revolución de febrero de 1917, que tuvo lugar en Rusia, marcó la primera etapa de la Revolución rusa de 1917. Ella provocó la abdicación del zar Nicolás II.

Esta revolución nació como una reacción a la política realizada por el zar, en particular, la implicación directa de Rusia en la Primera Guerra Mundial, a la cual se oponía una alianza en mayor parte liberal formada por reformistas políticos quienes querían establecer una asamblea constituyente escogida democráticamente. El régimen naciente resultó de una alianza entre liberales y socialistas, creando un ejecutivo elegido democráticamente y una asamblea constituyente.

En la primera mitad de febrero de 1917, el inicio de una hambruna provocó revueltas en la capital Petrogrado. El 18 de febrero (JU), la mayor fábrica de Petrogrado, la factoría Putilov, anunció una huelga; se disparó a los huelguistas y algunas tiendas cerraron, lo que provocó insurrecciones en otros centros de producción. El 23 de febrero (JU) (8 de marzo, GR), se celebró una serie de mítines y manifestaciones con motivo del Día Internacional de la Mujer que progresivamente alcanzaron un fuerte tono político y económico. Llegado un momento, se envió un batallón de soldados a la ciudad para apaciguar el levantamiento, pero muchos de ellos no sólo prefirieron desertar sino que se rebelaron contra su jerarquía. Estos acontecimientos obligaron a Nicolás II a abdicar el 2 de marzo (JU) (15 de marzo, GR). Tras frustrarse la primera intención del zar de ceder el poder a su hermano menor, el Duque Mikhaíl Alexándrovich, el gobierno quedó a cargo de un gobierno provisional que duraría hasta que se llevaran a cabo elecciones para la creación de una asamblea constituyente.
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Nota 2: La Revolución de Octubre, también conocida como Revolución Bolchevique o Revolución Soviética, fue la segunda fase de la Revolución Rusa de 1917, tras la Revolución de Febrero.

La denominación de hechos históricos determinantes por los meses proviene de una costumbre francesa (periodos de brumario o thermidor para la Revolución Francesa, revolución o monarquía de julio para los acontecimientos de 1830 y Luis Felipe de Orleans). En España se acostumbraba a motejar al franquismo como el Régimen del 18 de julio. Es curioso señalar que la fecha octubre, inmortalizada por la épica revolucionara y el título de la película de Sergei Eisenstein, corresponde al calendario juliano vigente en la Rusia zarista, después abolido por la Revolución. En el resto del mundo, bajo el calendario gregoriano, las fechas serían del mes de noviembre.

La Revolución de Octubre fue liderada por los bolcheviques bajo la dirección de Vladimir Lenin y significó la primera revolución comunista declarada del siglo XX. Las actividades revolucionarias en Petrogrado, que acabaron siendo decisivas, estuvieron comandadas por el sóviet de la capital, dirigido por León Trotsky, y el Comité Militar Revolucionario controlado por Adolph Joffe.

La revolución culminó con una insurrección militar-popular que derribó al gobierno provisional, y conduciría a una guerra civil (1918–1920) y a la posterior creación de la Unión Soviética en 1922.
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Nota 3: Aleksandr Fiódorovich Kérensky (ruso: Александр Фёдорович Керенский) (Simbirsk, 22 de abril de 1881 - 2 de mayo según el Calendario Gregoriano) - Nueva York, 11 de junio de 1970), político socialdemócrata, abogado de profesión, fue un líder revolucionario ruso que desempeñó un papel primordial en el derrocamiento del régimen zarista en Rusia. Fue el segundo primer ministro del gobierno provisional instaurado tras la Revolución de Febrero. Fue capaz de hacer fracasar el golpe de Kornilov, pero no pudo evitar la Revolución de Octubre en la que los bolcheviques tomaron el poder.  "Aleksandr Kérensky" en Wiki  (Subir)

Nota 4: La Paz de Brest-Litovsk es un Tratado de paz firmado el 3 de marzo de 1918 en la ciudad polaca de Brest-Litovsk (entonces bajo soberanía rusa, en la actualidad denominada Brest y perteneciente a Bielorrusia), entre Alemania, Bulgaria, el Imperio Austrohúngaro y Rusia. En él, la Rusia soviética renunciaba a Finlandia, Polonia, Estonia, Livonia, Curlandia, Lituania, Ucrania y Besarabia, que a partir de entonces quedaron bajo el dominio y la explotación económica de los Imperios Centrales. Asimismo, entregó Ardahan, Kars y Batumi al Imperio otomano. Con este tratado, Alemania reforzó el frente occidental con efectivos orientales.

Tras la revolución bolchevique, Lenin decidió sacar a la naciente Unión Soviética de la guerra a cualquier precio. Lev Trotsky, que era el comisario de relaciones Exteriores del gobierno bolchevique, trató de prolongar lo máximo las negociaciones, pero el envite final alemán en febrero de 1918 derrumbó las menguadas y desorganizadas tropas de la Rusia soviética. Para poder hacer frente al Ejército Blanco en la Guerra Civil Rusa, Lenin tuvo aceptar las durísimas condiciones alemanas. Se firmó el tratado de paz de Brest-Litovsk el 3 de marzo de 1918, en virtud del cual Rusia cedía extensos territorios.
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