domingo, 28 de octubre de 2007

La sociedad bipolar. 4

Triunfantes las revoluciones liberales en los Estados Unidos y en Francia durante un tiempo, el resto de países los imitan al menos en el crecimiento de la industria y el poder económico de los artesanos, comerciantes e industriales, pero bloqueando el desarrollo de la ideología liberal de diversos modos y su práctica, sobre todo en la eliminación de las monarquías. Inglaterra y con posterioridad Alemania van a ver dos casos de potenciación de la industria sin república, pero con un crecimiento real del poder de la llamada burguesía. Y como consecuencia paralela, el crecimiento del número de obreros industriales y su concentración en las ciudades.

La ideología liberal, que entra en sintonía con los intereses de artesanos, comerciantes y posteriormente los industriales que reemplazan a los artesanos, rompe los vínculos ideológicos tenidos por naturales entre el individuo y la sociedad estamental con legitimación religiosa. Pero al romper el equilibrio tradicional entre cohesión y libertad a favor de la libertad también deja al individuo solo frente a lo que pueda conseguir con sus fuerzas. Una sociedad no se puede analizar sólo por su organización económica sino que es necesario atender a las estructuras que le dan cohesión y cómo éstas van evolucionando con la complejidad social. De hecho, todas las estructuras sociales son medios de cohesión y colaboración entre los individuos, comenzando por la familia en la que los dos progenitores atienden las necesidades de sus hijos y les proporcionan el medio en el que desarrollarse.

Pero al aumentar el número de individuos de una comunidad se pierden de vista los vínculos familiares directos de las primitivas comunidades que, al modo de las de los monos, debieron estar formadas por parientes cercanos con los mecanismos biológicos de altruismo como formas de cohesión. Sólo una ideología que asuma esos instintos de protección de los próximos y los aplique a la cohesión entre personas que apenas se conocen ni coinciden en sus vidas puede servir para unir a una sociedad. Aunque, de hecho, las bases ya están puestas desde la misma biología. Los padres no pueden reconocer a sus hijos analizando sus genes sino que deben reconocerlos mediante sus sentidos, como aquellos que huelen de tal manera o tienen tal aspecto. Probablemente la importancia que se da a las caras y la cantidad de información que somos capaces de encontrar en ellas nos permite reconocer, dado que la vista es nuestro sentido más desarrollado, a un individuo entre millones como de los nuestros, de aquellos que debemos cuidar según el altruismo biológico.

Así, el aspecto físico y, posteriormente, los demás aspectos que son variables por la cultura sirven para reconocer a un individuo como alguien que no es un extraño y que nos cuidará y podemos cuidarlo. La etnia es el resultado y consiste en una especie de familia superextensa en la que los vínculos familiares comunes sirven como cohesión social entre personas alejadas, pero que consideran que remotamente son parientes y tienen obligaciones recíprocas. Y en la familia se producen dos formas de incorporación: el cuidado físico y la educación. Los padres primero y la etnia después asumirán como obligación el cuidado y la educación. Y hoy en nuestras sociedades estatales la educación, la sanidad, la seguridad y la defensa son capítulos importantísimos, sobre todo los dos primeros, que son los que socializan al individuo de manera más evidente.

La educación podemos considerarla extendida hacia la cultura pues consiste en el proceso por el que el niño y el joven aprenden las pautas sociales para enfrentarse a los diversos problemas de la vida, desde cómo alimentarse a cómo vestirse. Por lo tanto, la cultura es asumida como la forma social de interactuar con el mundo e identifica al miembro de la sociedad como tal y no sólo tiene la finalidad práctica directa. Las formas de hablar, de vestir, de alimentarse, de construir viviendas, de elaborar utensilios, de relacionarse con la naturaleza y sus ciclos son signos de que un individuo es de los nuestros y permiten la identificación y la cohesión pues a él podemos darle nuestra ayuda esperando con certeza razonable que nos devolverá el favor en algún momento. Y una de las formas culturales es la religión.

También lo es el arte y es evidente el papel de la música en la actualidad como identificador cultural, pero durante casi todo lo que conocemos de historia humana y podemos suponer de su prehistoria la religión ha tenido una importancia capital. Al fin y al cabo, el peinado o los tatuajes podrían identificar a uno de nuestra etnia frente a otro que no lo es, pero no tienen un valor propio por sus efectos. En cambio parece razonable suponer que la religión no sólo identificaba a uno como propio del grupo social sino que era una forma compartida de enfrentar problemas vistos como muy importantes: la relación con los antepasados muertos, con la naturaleza y con los seres sobrenaturales, fueran estos un concepto evolucionado del de los antepasados o no.

Probablemente los ritos religiosos primitivos tenían que ver con el culto a esos antepasados o a los seres muertos en general, que con un sentido poco evolucionado del mundo era difícil considerar como desaparecidos pues la propia posibilidad de nombrarlos y de pensar en ellos los supone como existentes. Y si añadimos que podemos soñar con ellos o creer verlos en estados alterados de conciencia gracias a diversas drogas vegetales o procedimientos como el ayuno extremado, el baile o la falta de sueño, el papel de esos seres podía verse como muy importante en relación con la explicación de las enfermedades o de otros males difíciles de solucionar con los medios humanos y de los procedimientos para enfrentarlos.

Es posible que los ritos religiosos fueran una especie de adaptación de los ritos sociales para un ser muerto o sobrenatural. Por ejemplo, en vez de compartir la comida con un invitado, la parte del ese ser se incineraba o se arrojaba en tierra según se pudiera pensar que residía en el cielo o en la tierra. Algo similar a enterrar o incinerar al muerto con comida o con sus utensilios y animales favoritos (e incluso con su viuda o sirvientes).

Por lo tanto los ritos de culto a los muertos y seres sobrenaturales debieron de ser vistos como muy importantes por su supuesta influencia sobre aspectos de la vida diaria: la salud, las cosechas, los hijos o la suerte en la caza o en la guerra, y debieron de identificar al familiar primero y al miembro de la etnia por los intereses en el bienestar común, y por ello seguramente fueron regulados y recibieron adornos y formas de festejo. Probablemente en algún momento los dioses, sobre todo si eran vistos como antepasados o una forma asimilada a los antepasados remotos, recibieron culto familiar y los sitios de culto y los encargados de él fueron miembros destacados de la familia. El dios de Abraham probablemente fue un dios familiar y los ritos que se realizaban en los altos quemando partes de animales sacrificados indican que era visto como un ser celestial. Abraham en la historia imaginada como real, como patriarca, era el que realizaba el rito, de un modo similar a como sería el anfitrión de una comida para un invitado importante. Quizá los dioses griegos en la época micénica también eran dioses familiares y el lugar de culto era el palacio del gobernante en cuanto jefe de un grupo de familias, como quiera que lo llamemos. Pero no es extraño que algunas personas asumieran como especialistas esta función, sobre todo en una sociedad más compleja, en la que el culto pasaba a tener un valor social. Tengamos en cuenta además que la religión primitiva se reducía a reconocer un ser o seres sobrenaturales como propios y al culto para propiciarlos.

Pues bien, el culto, al ser un tema primero familiar y luego social, incorporaba, socializaba al individuo y lo convertía en alguien sujeto de obligaciones y derechos. Pero la teoría individualista propia del liberalismo rompía ese vínculo religioso, entre otros, de cohesión, y dejaba la religión como asunto de la mera conciencia. El dios providente no era sólo un tema filosófico o teológico, sino un trasunto a lo divino de la responsabilidad humana de unos para con otros. El liberalismo necesitaba por lo tanto reponer por el lado de la moral lo que destruía por el lado de la religión y es cierto que a veces lo hizo y a veces no. A veces se construyeron hospitales, escuelas y centros de atención social en reemplazo de los que la Iglesia había gestionado tanto por moralidad como por ser las formas de socialización más inmediata como vimos antes. Las escuelas religiosas y los hospitales para pobres y peregrinos incluían amorosamente al individuo en la comunidad, con los deberes hacia los seres divinos y humanos como obligaciones para todos. Del mismo modo, las instituciones sociales debían cumplir esa función, una vez dejado Dios aparte, y la solidaridad la del mandamiento del amor al prójimo.


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