jueves, 25 de octubre de 2007

La sociedad bipolar. 1

Tan difícil resulta la moderación en la defensa de la libertad: mientras se simula pretender la igualdad, cada uno se encumbra a sí mismo a costa de rebajar al otro, y mientras se busca evitar el temor, uno se convierte a sí mismo en temible, y la injusticia que rechazamos de nosotros mismos se la infligimos a otros, como si no hubiera más alternativa que cometerla o padecerla.

Los cónsules nombrados a continuación, Tito Quincio Capitolino por cuarta vez y Agripa Furio, no se encontraron ni sedición dentro ni guerra fuera, pero una y otra eran inminentes. La discordia ciudadana ya no podía ser contenida por más tiempo, al estar, tanto los tribunos como la plebe, soliviantados en contra de los patricios y al perturbar continuamente las asambleas con nuevos debates las querellas contra algunos de los nobles. Al primer rumor de estros problemas, los ecuos y los volscos, como si se les hubiera dado una señal, tomaron las armas, porque además sus generales, ávidos de botín, los habían convencido de que, durante los dos años precedentes no se habían podido llevar a cabo las levas decretadas, porque la plebe rechazaba ya la autoridad: por eso no habían sido enviados ejércitos en contra suya; la indisciplina destruía sus hábitos guerreros, y Roma no era ya patria común; toda la cólera y la rivalidad que habían sentido frente a los extranjeros se habían vuelto contra ellos mismos; era el momento de acabar con aquellos lobos cegados por la rabia intestina.

Tito Livio. Historia de Roma, Libro III.


Sería un chiste tan fácil como apropiado el de llamar a la sociedad humana maníaco-depresiva por su tendencia a salir de la estabilidad y caer periódicamente en crisis económicas y sociales tanto por excesiva confianza en ella misma como por derrotismo, pero el título alude a que la sociedad humana es un compromiso entre dos polos y dos tendencias: la libertad individual y la cohesión social.

Hay la opinión actual de ver la Naturaleza como algo totalmente dominado por el hombre. Ya no hay miedo al lobo sino que creemos que es el lobo el que necesita protección. Y lo cierto es que nuestra capacidad para incidir sobre el medio natural es tan grande que parece que el ser humano es el dueño de todo, pero por mucho que podamos alterar el medio ambiente hasta destruirlo no dejamos de ser una parte del sistema y resultaríamos destruidos con él, llegado el caso. No nos hemos liberado de la vida como sistema ni, mucho menos, podemos sentirnos liberados de nuestra especie. Podemos tratar de ser un individuo ajeno a su especie aislándonos y cortando todas las relaciones que son posibles. Pero, aun así, lo que somos y hemos llegado a ser depende de haber nacido como miembros de una comunidad concreta.

Cada ser humano es físicamente un individuo pero todo en él traza relaciones hacia otros seres humanos. No sólo ha nacido porque otros lo engendraron sino que su desarrollo habría sido imposible sin otros seres humanos que lo cuidaran y le transmitieran su cultura. El caso de niños abandonados demuestra que sin entorno humano el lenguaje no sólo no se desarrolla sino que la facultad para ello se ve disminuida, y los afectos y las tendencias de socialización también se ven limitados o anulados en soledad. Pero, ya criado y formado, un ser humano podría aislarse y vivir sin contacto social, en contra de todos sus instintos. Ahí empezaría a ser su propio problema pues el éxito del ser humano no es el del individuo como tal sino incorporado a una comunidad. El cuerpo humano está escasamente dotado en comparación con otros animales y, puesto en competición con ellos, sólo su adaptación a vivir en sociedades le da ventajas destacables. Si nacemos desvalidos y necesitamos un largo proceso de crianza y educación es precisamente porque en nuestro programa genético está previsto que tengamos padres y congéneres que nos ayuden, de manera que no venimos dotados para ser individuos autónomos sino hasta bien tarde en nuestro desarrollo.

La sociedad es así un medio de colaboración, situado entre el individuo y el resto del mundo, y sin el que todo se hace más difícil o imposible. Cada uno habitualmente sólo se hace cargo de una parte de un esfuerzo conjunto y mediante una parte limitada de los saberes que engloba la cultura, pues el reparto de funciones es lo que aumenta la eficacia del grupo en cuanto que amplía no sólo el acervo total posible de cultura o de mera fuerza, por el mayor número, sino la eficacia individual a través de la especialización.

Tratemos de no caer, por otra parte, en las falacias del lenguaje y de dar una especie de existencia propia a la sociedad, como si existieran individuos y sociedad en el mismo plano. La sociedad son los individuos organizados o el resto de individuos, considerado uno de ellos aislado. De modo que los fenómenos sociales no son sino los de unos individuos frente a otros, organizados a diferentes niveles. No hay, pues, intereses de la sociedad, vista como ente abstracto, contrapuestos a los del individuo, sino los de unos individuos organizados frente a uno aisladadamente, frente a otros organizados o frente a otra forma de organización. Evidentemente, hablar de individuos y sociedad en un mismo plano es como considerar seres en el mismo sentido a los huevos de una docena, a la docena, a cada media docena y así en general. "Sociedad" es tan sinónimo de "conjunto organizado de individuos", y se reduce a eso, como "docena de huevos" es sinónimo de "doce huevos" y se reduce a considerarlos como conjunto.

Llegados a este punto es evidente que en las interacciones entre individuos y grupos sociales cada uno pone y recibe según un sistema de valoración en el que el resultado de colaborar ha de ser positivo para el que colabora. De hecho, si cada individuo colabora es en función de sus expectativas de recibir más de lo que da, pero esto no es una actitud meramente egoísta con la que uno espera recibir en mayor proporción que lo que aporta a costa de otros, aunque se puedan dar esos casos. La sociedad y cualquier comunidad funciona porque no es un juego en el que uno sólo gana lo que otros pierden sino en el que se crea valor y riqueza (veremos más adelante cómo esto es aplicable en economía de la misma manera). Y cada individuo se integra en ella a través de esas expectativas acerca de su comportamiento, del de los demás, del resultado que va a dar tal colaboración y en la valoración posterior de lo conseguido en comparación con las expectativas previas.

Pero si la sociedad no es un ente aparte, ¿de dónde puede venir esa creación de valor y riqueza si la suma de lo aportado no puede ser mayor que el conjunto de los sumandos? La solución no es la energía que podemos obtener de diversas fuentes y que se añade a nuestras fuerzas pues eso lo puede hacer cada individuo para sí. El mayor valor se crea por tres motivos: la superación de límites mínimos, la especialización y la ayuda recíproca. En el primer caso es obvio que diez personas podrán derribar a un elefante y a diez sucesivamente, pero cada individuo no podría derribar a uno con sus fuerzas. En el segundo, una persona puede especializarse en tallar puntas de lanza de piedra y hacer más y mejores que si tuviera que dedicarse a todas las actividades por igual. Pero vemos que este caso es una consecuencia del primero, la superación de mínimos, ya que cada individuo no podría dedicar tiempo suficiente a aprender las técnicas ni podría asegurarse la subsistencia mientras aprende o mientras sólo se dedica a la talla sin la colaboración en sociedad. Pero una vez desarrollada la técnica de tallar puntas de lanza, un solo individuo podrá, con esta colaboración social diferida y acumulada, derribar a un elefante. En el tercero, también consecuencia del primero, cada individuo puede enfermar, sufrir heridas o fallar en sus intentos de aprovisionarse, o puede morir y dejar abandonada a su familia. Pero durante esos periodos en los que sería imposible que sobreviviera él o su familia, la colaboración mutua aporta lo necesario para superar esa dificultad, esa barrera que no podría superar en soledad, creándose al mismo tiempo una red de favores que cohesiona el grupo y pone las condiciones para la actuación coordinada y especializada.

Pero, por si estos ejemplos pueden parecer casos demasiado particulares del ser humano, el caso de las manadas de lobos capaces de acosar y derribar animales mayores, con especialización incluso como ojeadores y compartiendo el alimento, nos convencerá de lo contrario.

Es evidente que, en el ejemplo, los elefantes cazados en colaboración frente a los escasos, o ninguno, cazados por los individuos de uno en uno son la creación de riqueza por la sociedad y el resultado de la colaboración. Vemos, por lo tanto, que la sociedad crea valor y que el individuo aporta a ella su trabajo, que sólo sería equivalente a sí mismo en aislamiento, pero obtiene un resultado mayor que en aislamiento, con lo cual el valor de cambio de ese trabajo aportado a un grupo es mayor que el de su uso individual y así lo percibe cada uno que colabora. Y también que la sociedad y la colaboración tienen un valor que sería el equivalente al valor total creado.

Sin embargo, esto no es así en cualquier caso, sino sólo en una sociedad organizada y no en un mero agrupamiento sin colaboración pues sólo es la colaboración la que aporta el valor diferencial. La desorganización, en cambio, podría incluso destruir valor de manera que se consume mucho más de lo que se crea cuando unos destruyen lo hecho por otros o lo entorpecen. El problema es que cada individuo estima la diferencia entre lo que recibe y lo que aporta y entre lo que recibiría en distintos casos si la organización fuera diferente y, según eso, actuará aumentando o disminuyendo su colaboración o el modo en que lo hace.

Tengamos por cierto que el ser humano en toda su existencia sobre la Tierra siempre ha sido un ser comunitario y nunca individualista, y su existencia ni siquiera ha tenido lugar en parejas aisladas o que se hayan formado sólo para la reproducción y la crianza. Parece, por lo que vemos en especies emparentadas, que siempre ha vivido en grupos familiares. Por lo tanto, nunca ha habido un momento fundador para el Pacto social sino que constantemente se evalúa ese pacto en que nacemos y al que necesariamente debemos adherirnos desde un primer momento, y se renueva tácitamente o se denuncia o suspende. En esas evaluaciones cada uno se puede sentir beneficiado o perjudicado frente a la situación que considera óptima. Y esa consideración de una situación como óptima, la manera de considerarla y de considerar los resultados positivos y negativos de la asociación es la ideología social que da sentido y cohesión a la participación de cada individuo en el grupo pues cada uno interactúa en función de ideas y de expectativas explícitas o implícitas, reconocidas o no por cada individuo o el conjunto de la sociedad y cada uno, o el conjunto de la sociedad, puede comprender tales situaciones, equivocarse, engañarse o engañar. En la medida en que el ser humano actúa como sujeto consciente, más o menos racional, y no como ente físico sometido a la ley de la gravedad si se cae o a las de la biología si enferma o es devorado por un león, cada una de sus acciones implica una ideología, como teorización de la realidad, sea verdadera, falsa, aproximada o un completo disparate. Lo que no es posible es que haya una actuación consciente sin una serie de ideas de lo que se hace, de por qué se hace y de en función de qué resultados.

La sociedades, aunque constituidas por individuos similares, se segmentan debido a la organización. Los individuos sólo son iguales en esa esencia humana filosófica de ser racional y provisto de sentimientos porque su naturaleza es variable. Sin embargo esa naturaleza humana abstracta no es lo decisivo para su función dentro de la sociedad y para el valor relativo que tiene dentro de ella. Son la especialización y la colaboración dentro de subgrupos las que hacen que la función social y su valor relativo sean un hecho social y no natural, en el sentido de propio del individuo independientemente de su entorno social, ya que sólo tiene sentido en ese contexto. Es decir: no hay señores por naturaleza ni siervos por naturaleza ni productores ni artesanos sino sólo en un contexto social y debido a causas sociales.

Y como las sociedades más especializadas son, en principio, más eficaces produciendo valor y resultarán competitivas contra las menos especializadas a igualdad de lo demás, la tendencia natural será hacia una mayor especialización y una mayor segmentación social. Pero eso creará como consecuencia diferentes grupos sociales que agrupen a individuos de características similares y que podrán sentirse más o menos recompensados por su función y mejor o peor con respecto al ideal de sociedad que tengan. Si hubiera un medio objetivo y absoluto de dar valor a la colaboración prestada por cada uno quizá podríamos llegar a un acuerdo sobre qué debe aportar y recibir cada individuo, pero el valor de las cosas, tema que dejaremos para una próxima ocasión, es subjetivo y relativo y, del mismo modo que el valor de los bienes con los que se comercia, el del papel social parece sujeto a la oferta y a la demanda y a una buena parte de las preferencias o caprichos de cada uno.


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1 comentario:

Germánico dijo...

El hombre es un ser social. Gracias al surgimiento del lenguaje simbólico nuestra comunicación y nuestra autoconciencia se han desarrollado enormemente. Gracias asimismo a la comunicación y autoconciencia hemos podido crear redes cada vez más complejas que han tomado forma en la división del trabajo y el subsiguiente intercambio, asumiendo nuestro papel de nódulos. El intercambio de bienes ha hecho surgir el dinero, y gracias a él lo que damos siempre vale menos de lo que recibimos a cambio, puesto que ofrecemos algo relativamente homogéneo y cercano y recibimos a cambio la heterogeneidad y amplitud del mercado.

Un hombre solo no puede derribar a un elefante, ni construir una catedral, pero ya no solo por falta de tiempo y fuerza, sino también de conocimiento. El intercambio social derivado de la comunicación lo es de ideas, primero, y luego de bienes.

Decía Nietzsche que antes eran pueblos, y que ahora somos individuos, aludiendo a que el individuo es una “creación” muy reciente. Cuanta más libertad e independencia se tienen, parece, más se reclaman. Pero, como bien apuntas, esa libertad y esa independencia tienen un límite, y ese límite es precisamente el que distingue la idea socialista y la liberal de libertad.

Muy interesante.