viernes, 1 de febrero de 2008

La sociedad bipolar. 25

El interés de quien desea un cambio es demostrar que el cambio es necesario o inevitable y en cualquier caso beneficioso y, del mismo modo, el interés de quien defiende la estabilidad es demostrar que ni hay necesidad de cambio ni éste va a llevar a otra cosa que a un desastre. Y como el ser humano es esencialmente racional nadie se limita a enunciarlo sino que trata de elaborar alguna teoría que sirva de explicación y justificación de lo que se desea. En la práctica lo peor de esa actitud no es que sea falsa sino que puede cegar al que la mantiene convenciéndole de que sus intereses son, además, verdaderos. En algunos casos puede que se elabore una teoría sólo para engañar a los demás y disimular las verdaderas intenciones, pero creo que muchos reyes no sólo afirmaban tener derecho divino a ser soberanos sino que creían en ello firmemente. Es posible que estar convencido de lo contrario de lo que se afirma produzca un miedo a que la verdad se haga realidad y que la tensión sea tan incómoda que favorezca creer que lo que uno afirma es verdad y que los más fanáticos sean los más convencidos de lo que sostienen.

Por otra parte, sostener con convicción que el cambio o la estabilidad son necesarios, inevitables o positivos contribuye a ganar partidarios pues lo que se afirma se afirma como verdad y los convencidos de la misma idea se sienten sólidamente unidos por una causa objetiva y esto los convierte en más eficaces. Y es obvio que en las etapas de estabilidad las teorías de la estabilidad ganan partidarios porque parecen verdaderas, del mismo modo que en las de inestabilidad triunfan las de cambio. Simplemente sintonizan con lo que se observa y con la necesidades y capacidades de los que las protagonizan. Por ejemplo, en un periodo de estabilidad se hacen gastos en bienes duraderos que pueden ser arruinados por uno de inestabilidad, cosa que hace que el que se edifica una casa no quiera ni imaginar en sus pesadillas. Por el contrario, en uno de inestabilidad triunfan los dispuestos a arriesgarse por un resultado potencialmente muy grande. Y esas tendencias están siempre en la naturaleza humana, más en unos o en otros, pero no son novedades que aparezcan de modo absoluto sino que parecen más o menos válidas y se extienden a más o menos personas de acuerdo con las circunstancias.

El caos es un estado en el que ningún resultado es previsible y en el que pequeñas diferencias en las condiciones iniciales no llevan a pequeñas diferencias en las consecuencias sino a enormes diferencias. Imaginemos que conducimos nuestro vehículo a una velocidad moderada que nos permite corregir la trayectoria a tiempo e imaginemos que vamos acelerando hasta que llega un momento en que no tenemos tiempo de corregir las desviaciones o esquivar los obstáculos. Llegados a esa situación, prácticamente cualquier cosa que hagamos dará un resultado imprevisible pero ciertamente nada quedará como estaba. En un periodo histórico estable los cambios son previsibles y cuando la fuerza social de un individuo o colectivo es suficiente puede modificar los sucesos dentro de un marco de posibilidades conocidas. Sin embargo, si se produce una situación en la que los resultados de los cambios no responden a lo previsto casi cualquier cosa que se haga llevará a una situación inesperada, pero radicalmente diferente de la inicial. Y lo curioso es que parece existir una tendencia a ir forzando cada vez más los sistemas y la capacidad de respuesta a los obstáculos. Por ejemplo, tras una época de estabilidad, la tendencia es a creer que va a continuar la estabilidad y a crear una teoría que explique y justifique la estabilidad como si esta fuera a ser eterna de ahí en adelante. El resultado es la incapacidad para prever y afrontar los cambios. En una de inestabilidad se favorece la organización dispersa y la adaptación al momento inmediato, cosas que llegada la estabilidad le convierten a uno en un ser diminuto incapaz de acciones concertadas.

Pues bien, cuando se analizan los periodos de revoluciones comunistas o fascistas, o cualquier otra, podemos ver que algo ha desequilibrado el sistema social: una guerra, una carestía, un enfrentamiento civil y en esos momentos el futuro se vuelve aún más imprevisible y las decisiones, sean las que sean, difícilmente llevan al punto que uno esperaba al tomarlas. No es extraño que, al igual que conduciendo un vehículo se toman decisiones precipitadas como frenar de golpe o girar la dirección en un sentido equivocado, se tomen decisiones políticas que convierten la situación en más caótica. Y cuanto más caótica es la situación menos probable es poder tomar una decisión correcta ni tener tiempo para ello. Bajo la situación de tensión, cada vez más personas van creyendo que las decisiones habituales hasta ese momento no son adecuadas y opta por tomar decisiones excepcionales y eso raramente disminuye el caos sino que en general lo aumenta. Sólo en algunas ocasiones se mantienen los nervios y se sabe qué hacer y se sobrevive, pero los periodos de profunda crisis económica en países arruinados por la guerra en Europa que estamos revisando no fueron propicios para las decisiones reflexivas y templadas sino que los que tomaron la iniciativa y consiguieron seguidores fueron los que proponían medidas excepcionales para tiempos excepcionales. En Alemania y el Rusia había partidos democráticos pero resultaron sin iniciativa suficiente, o sin fortuna en tiempos de azar, y triunfaron los partidos extremistas. Y una vez perdido el sentido de la racionalidad y glorificada la verdad absoluta del partido o del jefe nos encontramos, como hemos visto antes, en una situación en la que los errores no se transmiten al que toma las decisiones porque se aísla de ellos y la catástrofe llega tarde o temprano.

La ideología de las monarquías que defendía su existencia como orden natural de las cosas debía rechazar que la sociedad fuese el resultado de conflictos y de colaboración y entre los conservadores se podrán encontrar abundantes condenas del concepto de lucha de clases o de revolución en cuanto que la inestabilidad era o una rebelión contra el único orden o la demostración de que tal orden era injusto. Por eso, la puerta que abre el liberalismo al considerar la sociedad como resultado de distintos intereses abre la posibilidad de considerar la forma en que se produce el encuentro de los diferentes intereses y al marxismo a hacer la crítica de las estructuras sociales. Y esto, la dinámica social, puede ser uno de los grandes avances que Marx y su época impulsan. Ya no se podrá creer en un orden natural estable sino en el resultado de múltiples conflictos en medio de unas circunstancias determinadas. En este aspecto, la huella de Marx en la sociología es definitiva y queda a salvo de su error al prever la forma en que realmente va a transformarse una sociedad industrial. Podemos leer en el Manifiesto comunista (1) una predicción totalmente opuesta a lo que ha tenido lugar, ya que las industrias no han creado una mayoría de puestos de trabajo que no requieran habilidad sino todo lo contrario. La industria ha requerido cada vez más trabajadores especializados, técnicos e ingenieros expertos en el diseño, la construcción, el uso y el mantenimiento de máquinas complejas. Imaginemos la fuerza que puede tener en sus reivindicaciones un trabajador del que depende el funcionamiento de las redes de internet. Y los conflictos no han ido creando una oposición violenta entre una minoría explotadora y una mayoría cada vez más explotada y pobre, sino que la fuerza relativa de los trabajadores especializados ha creado la democracia al darles el arma de su saber y experiencia.

Sin embargo, es cuando las crisis alteran el orden en el que las cosas son previsibles, aunque no tengan nada de naturales ni de inevitables, cuando el papel relativo de cada individuo en la sociedad se vuelve también imprevisible y cuando éste reevalúa constantemente si su participación en el orden presente le reporta beneficios o perjuicios. Los profetas del caos sólo pueden encontrar partidarios para aplicar sus recetas cuando el caos es visible. Lo normal será que el agorero sea visto como un ser extraño del que compadecerse, en el mejor de los casos. Pero cuando el caos que predice se presenta empieza a ser visto como alguien capaz de dar certidumbre en medio del caos y es entonces cuando mucha gente cree en las ideas más extravagantes, ridículas e incluso criminales. Y es entonces cuando las tendencias a la cooperación o a salvarse a uno mismo o al colectivo de aliados afloran en todo su dramatismo.

Podemos tender a considerar y a querer demostrar, como un rey en su trono, que el mundo y la sociedad estable que conocemos son los únicos posibles o aquellos a los que la Naturaleza tiende de forma espontánea, olvidando que la naturaleza de la sociedad es el conflicto. O creer que las valoraciones que hacemos en tiempo de prosperidad y paz son las misma que todo el mundo haría en tiempos de carestías y guerra. Y eso, además de que podamos engañarnos a nosotros mismos en una tarde de debate amistoso, nos incapacita para prever los cambios y para orientarlos en el sentido que deseemos. ¿Acaso el instinto criminal de los SS nazis apareció de la nada en la culta sociedad alemana de entreguerras? ¿Acaso la opción del golpe de estado era incompatible con la naturaleza de los rusos de 1917? Todo eso está presente siempre y se activa y se refuerza en medio del caos hasta parecer natural al número suficiente de personas para que se lleve a la práctica.


Nota 1:
La industria moderna ha transformado el pequeño taller del maestro patriarcal en la gran fábrica del capitalista industrial. Masas de obreros, hacinados en la fábrica, son organizados en forma militar. Como soldados rasos de la industria, están colocados bajo la vigilancia de toda una jerarquía de oficiales y suboficiales. No son solamente esclavos de la clase burguesa, del Estado burgués, sino diariamente, a todas horas, esclavos de la máquina, del capataz y, sobre todo, del burgués individual, patrón de la fábrica. Y es despotismo es tanto más mezquino, odioso y exasperante, cuanto mayor es la franqueza con que proclama que no tiene otro fin que el lucro.

Cuanto menos habilidad y fuerza requiere el trabajo manual, es decir, cuanto mayor es el desarrollo de la industria moderna, mayor es la proporción en que el trabajo de los hombres es suplantado por el de las mujeres y los niños. Por lo que respecta a la [118] clase obrera, las diferencias de edad y sexo pierden toda significación social. No hay más que instrumentos de trabajo, cuyo coste varía según la edad y el sexo.


El manifiesto comunista. Capítulo I. Burgueses y proletarios. (Subir)


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4 comentarios:

Carlos Suchowolski dijo...

25 (y los que añadirás) son muchos (he leído un tercio más o menos), pero intentaré centrarme en un punto entre varios aprovechando que capturó mi atención mientras leía el último (el 25).



Dices:



"...las industrias no han creado una mayoría de puestos de trabajo que no requieran habilidad sino todo lo contrario. La industria ha requerido cada vez más trabajadores especializados, técnicos e ingenieros expertos en el diseño, la construcción, el uso y el mantenimiento de máquinas complejas. Imaginemos la fuerza que puede tener en sus reivindicaciones un trabajador del que depende el funcionamiento de las redes de internet. Y los conflictos no han ido creando una oposición violenta entre una minoría explotadora y una mayoría cada vez más explotada y pobre, sino que la fuerza relativa de los trabajadores especializados ha creado la democracia al darles el arma de su saber y experiencia."



trataré de ser sintético al máximo dejando abiertos los temas:



1) el avance tecnológico llevó a la cada vez más masiva sustitución de mano de obra humana por maquinaria (hoy robótica) allí donde el coste de la mano de obra no cualificada se hizo cada vez más elevado en comparación, justificándolo. Este aumento de costes fue un resultado de la presión sindical y del uso por la burocracia sindical y política de la presión de las masas que consiguió controlar (también de ciertos movimientos salvajes que por fin acabaron reconducidos, aunque a base de concesiones).

2) No es el saber y la experiencia de los trabajadores especializados quienes crean la democracia, ni siquiera los que la sostienen. Hoy al menos, las burocracias políticas no engañan con lemas democráticos que podrían llamar la atención de su clientela, sino con planes redistribucionistas. En el primer mundo, se ofrece el Estado del Bienestar que resuelve bastante bien las expectativas de los trabajadores y de sus hijos. Estos sin dudas participan de las ventajas de le redistribución aunque también de sus penurias, pero sus recursos de huelga y expresión están demasiado limitados o "normalizados" (al menos en condiciones de estabilidad); saben que dependen de una buena relación con "sus" dirigentes sindicales (esto se repite en el terreno político). Adicionalmente, la sociedad del primer mundo exporta sus problemas al tercer mundo y sin duda recibe sus consecuencias en la forma de entrada de mano de obra barata que en la primera generación no da mayores problemas pero en posteriores representa peligros antisistema anárquicos (Francia lo demostró, pero ya estaba y está presente en barrios y escuelas). En cuanto a lo primero, por ejemplo, las prácticas intervencionistas que mantienen la industria alimentaria desarrollada y su base agrícola (principalmente por razones de clientelismo electoral) mientras acaba colateralmente con las economías agrícolas periféricas.
3) en esta última región del mundo, no son los obreros, pero sí las masas las que se empobrecen. Son explotadas y controladas por sus propias burocracias despóticas que negocian con el primer mundo y lo chantajean. A veces son movilizadas por líderes "democráticos" cuyas convicciones duran menos que las de Robespierre.
4) En las economías capitalistas "emergentes", en gran medidas tuteladas o supervisadas por Estados más o menos totalitarios (China, e incluso India, los ex soviéticos, también los países latinoamericanos y hasta algunos que se han incorporado hace poco a la UE), se crean como ya pasó en la URSS, dos clases obreras, la de cuello blanco o duro en los campos de la alta tecnología, en algunos de ellos, trabajadores de industrias secretas, y la masa que cambia su trabajo por salarios injustos (llegan a ser en ciertos casos formas encubiertas de esclavitud).
En fin, este es parcialmente el panorama tal como yo lo veo en la línea de dar una visión sencilla de algo muy complejo que ha ido derivando a lo largo de la historia hasta este grado de diversificación y anquilosamiento tal vez preparatorios de algunas situaciones de colapso.

Un saludo afectuoso y quedo a la espera de tu respuesta.

Sursum corda! dijo...

Carlos Suchowolski:

Creo que podemos cargar en el debe de Marx el enredar la ciencia económica y sociológica con una ideología para grupos de obreros y mezclar una idea errónea como el valor de algo como el del trabajo necesario para producirlo (evidentemente eso será un coste, no el valor) con la exigencia de los trabajadores de un mayor precio para su trabajo, o predecir una evolución tan nefasta de la economía que justificara la dictadura del proletariado, o subestimar la capacidad de las sociedades para llegar democráticamente a acuerdos beneficiosos para todos.

Pero debemos apuntar en su haber tratar de explicar la evolución de las sociedades como resultado de sus bases materiales, aunque despreciara el papel de las ideologías, cosa aún más paradójica viniendo de alguien que insistía en la necesidad de crear un socialismo científico.

En mi opinión, los desarrollos sociales y políticos sólo son posibles si existe una base de recursos y conocimientos que eleve a la sociedad de los meros cazadores recolectores a la de agricultores, o que haga posible el comercio y la artesanía, la industria maquinizada y, por fin, la informatización de los servicios.

Sin recursos energéticos y ciencia y técnica capaces de aprovecharlos (no olvidemos que en oriente vivieron milenios pisando petróleo sin usarlo apenas) no habría una industria capaz de emplear usar máquinas y a pocas personas en puestos especializados. Por lo tanto, los costes serían de la mano de obra serían decisivos y las reivindicaciones obreras podrían llevar a una distribución más igualitaria de la renta o no, pero con poca capacidad de presión, o no mayor que la de los campesinos históricamente.

Sin energías y ciencia no hay industria y sin industria no hay capacidad para los trabajadores para producir riqueza que puedan usar como arma o argumento para exigir mejor reparto de la riqueza y del poder.

Insisto en que no fue la evolución política ni sindical la que llevó a la industrialización porque el coste de la mano de obra subiera. Eso sólo es un factor que puede aprovechar una situación dada pero no crearla. Sin energía barata y sin ciencia no hay base para la democracia.

Mañana contestaré a los otros puntos.

Un saludo.

Sursum corda! dijo...

Carlos Suchowolski:

El papel de los dirigentes sindicales y de partidos políticos socialistas como ideólogos y organizadores es muy ilustrativo.

En primer lugar, sin una organización y una ideología las condiciones materiales no provocan más que descontento y, si acaso, estallidos de violencia sin efecto.

En segundo lugar, los ideólogos y dirigentes crean una nueva desigualdad y manifiestan unos intereses diferentes a los de su grupo porque tienden a convertirse en una casta y a reproducir las condiciones necesarias para que ellos sigan en su lugar. Esa burocratización a la que sueles aludir.

La relación de los países desarrollados con los del llamado "Tercer Mundo" es similar a la que los empresarios tenían con sus trabajadores y tiene la misma evolución. Se compra a productores sin especialización a bajo precio y éstos se benefician de ello, pero se hacen conscientes de que la mayor parte de los beneficios no son para ellos. Entonces, o bien se van especializando y produciendo bienes de mayor calidad y contenido tecnológico, como hace Corea y ahora hacen China e India, o se organizan como descontentos del sistema dirigidos por personas o burocracias con sus propios intereses como minoría gobernante.

Y los conflictos llegan o llegarán, y tendrán las mismas salidas: o gestión dialogada y democrática de los conflictos de intereses o enfrentamientos destructivos que no es predecible a dónde nos lleven, si a la necesidad de diálogo o democracia o al colapso del sistema mundial.


Un saludo.

Carlos Suchowolski dijo...

Nota que cito primero tu párrafo y luego mi comentario precedido por >>. (acabo de pegar esto desde el block de notas y no observo caracteres espureos en lugar de los acentos. Espero que esta vez llegue bien.)

Creo que podemos cargar en el debe de Marx el enredar la ciencia económica y sociológica con una ideología para grupos de obreros y mezclar una idea errónea como el valor de algo como el del trabajo necesario para producirlo (evidentemente eso será un coste, no el valor) con la exigencia de los trabajadores de un mayor precio para su trabajo, o predecir una evolución tan nefasta de la economía que justificara la dictadura del proletariado, o subestimar la capacidad de las sociedades para llegar democráticamente a acuerdos beneficiosos para todos.

>> Marx parte (en términos teóricos) de la evidencia de que el trabajo (en el sentido de energía aplicada en la transformación de materia prima en producto acabado, sea o no este parte de otro mayor) incorpora valor como resultado de esa transformación. Mirándolo bien, se trata de una tautología más que de un error teórico que el marxismo llega a generalizar hasta el extremo de considerar al trabajo simple sinónimo del gasto de energía animal (como en la idea que señala "El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre").

>> Pero esto no tiene nada que ver con el coste (suma de materias primas, transporte, etc., más salarios, energía, etc.) de un producto que se produce para el mercado y al que se le asignará un precio más o menos justo en términos de oferta/demanda y competencia mercantil.

>> Marx deduce la fórmula de la plusvalía de aquel presupuesto "teórico", y ello por una motivación (causa) ideológica: "para" justificar que el obrero no recibe todo lo que terminará aportando, "para" dar base teórica a esa "injusticia" que Marx y muchos intelectuales antes, durante y después de él han percibido y superan mediante la autoconvicción de que han hallado la fórmula para acabar con ella de un modo trascendental (a largo plazo y más allá de los límites de su vida). Ahora bien, esto es lo que da origen psicológico a su ideología, que una vez que se va construyendo y así consolidando, servirá para justificar la figura del proletariado como portador por antonomasia de la condición humana "en potencia", "clase social" emergente de esa manera (con futuro, del futuro) que se debería sentirse empujada a crear una sociedad "justa", capaz de dar a cada uno lo que necesita según unos criterios que se suponen serán establecidos de mutuo acuerdo y que, curiosamente, no establecerá la justicia egoista de ser retribuido por el valor añadido sino de manera transitoria. Es decir, se propone una primera fase de "teórica" retribución "justa" por el trabajo y luego una segunda fase MÁS justa en base al reconocimiento de las diferencias individuales.
Así, el proletariado recuperaría esa plusvalía que le "es arrabatada" y se da por sentado que actuaría "sólo" o dirigido por la misma vanguardia que encarrila el proceso (quedándose una parte de la plusvalía para su sustento propio y demás menesteres) en la dirección de aceptar sólo "lo justo" llevando así a la raza humana entera hasta la utopía.

>> Hay aquí un montón de falacias ideológicas basadas en simplificaciones y utopías que sin embargo dan lugar a un dogma funcional, operativo que fue capaz de darle a la intelectualidfad la ideología que le permitiría encaminarse hacia el poder en nombre de las masas (claro que para eso TUVO que combinarse con nacionalismo, lucha anticolonialista, lucha por la tierra, etc.) aunque sin conseguirlo según los cánones sino mediante dos vías más prácticas y alternativas:

>> (a) la degradación de la teoría en un marco de poder absoluto y (b) la toma progresiva de las instituciones desde dentro, el vaciamiento de la conceptualización con la construcción de una seudocultura y la justificación de soluciones basadas exclusivamente en la proliferación, crecimiento y fortalecimiento de las instituciones.

>> Ambos, caminos que se orientan al COLAPSO (tendencial!)

Pero debemos apuntar en su haber tratar de explicar la evolución de las sociedades como resultado de sus bases materiales, aunque despreciara el papel de las ideologías, cosa aún más paradójica viniendo de alguien que insistía en la necesidad de crear un socialismo científico.

>> el desprecio de las ideologías por Marx se basa en su definición de ideología como conjunto de justificaciones de mentes alienadas, es decir, resignadas al presente en lugar de optar por "mitos liberadores", "utopías" mesiánicas, "perspectivas de paraísos". Pero las ideologías reales tienen todas ambas cosas y son todas míticas. El materialismo de Marx no es realista, es sólo racionalista y asigna carácter material a sus propios sueños "monstruosos". Sus "leyes" son tan científicas como las del actual creacionismo: son leyes positivistas, de la lógica, del lenguaje, no nacen de la disección de la realidad sino de estereotipos y simulacros. (((Son un subproducto del "deber ser" kantiano y no de la sustancia leipzigniana.)))

En mi opinión, los desarrollos sociales y políticos sólo son posibles si existe una base de recursos y conocimientos que eleve a la sociedad de los meros cazadores recolectores a la de agricultores, o que haga posible el comercio y la artesanía, la industria maquinizada y, por fin, la informatización de los servicios.

>> Los desarrollos "sociales y políticos" están vinculados sin duda a lo real y por lo tanto a los recursos acumulados tanto en el plano económico como en el cultural. Esto no es decir demasiado (salvo para rebatir con sencillez un planteamiento fantástico a su vez más simple, un planteamiento no evolutivo que negase el determinismo por interacciones dirversas en un cuadro de complejidad creciente, regido por leyes que se van replicando y consolidando e imbricando, etc.) Todo evoluciona, crece, se hace más complejo (se aproxima al límite del caos si se prefiere) en un proceso de crecimiento de las interacciones con el surgimiento de nuevos planos en base al resultado de las mismas y así sucesivamente. Cualquier planteamiento simple que atribuya todo al azar (la contingencia) o a una causa inicial creadora (vigilante o no a posteriori) no es capaz de explicar prácticamente nada y se opone a la manera en que tiende a operar la reflexividad humana, de por sí conectada estrechamente (como que tiene en ello su origen) a la realidad global, profunda y compleja del mundo donde nace y debe sobrevivir.

Sin recursos energéticos y ciencia y técnica capaces de aprovecharlos (no olvidemos que en oriente vivieron milenios pisando petróleo sin usarlo apenas) no habría una industria capaz de emplear usar máquinas y a pocas personas en puestos especializados. Por lo tanto, los costes serían de la mano de obra serían decisivos y las reivindicaciones obreras podrían llevar a una distribución más igualitaria de la renta o no, pero con poca capacidad de presión, o no mayor que la de los campesinos históricamente.

>> Ya! Bueno, la presión de las reivindicaciones en general (cq sea la época) por parte de los menos favorecidos en la escala social, tiene un papel muy importante (Marx ve allí "lucha de clases", lo que es relativo y lo dejo de momento fuera del debate) Las rebeliones de esclavos no pudieron dejar de conmover los cimientos psicológicosociales de las sociedades que se veían a sí mismos como civilización y a los otros como salvajes o meros instrumentos de su existencia. Es en la sociedad capitalista industrial donde la presión por aumentos salariales favorece la extensión de soluciones mecanizadas. Las favorece, pero no es el factor que las crea ya que la creatividad tecnológica no nace para construir sino para destruir (la guerra).

Sin energías y ciencia no hay industria y sin industria no hay capacidad para los trabajadores para producir riqueza que puedan usar como arma o argumento para exigir mejor reparto de la riqueza y del poder.

>> Esta vinculación es contradictoria y da ese efecto y a veces el contrario. Aquí, además, se cae en el eufemismo de ver a los trabajadores como a los proletarios manuales mientras la ciencia y la industria sería obra de intelectuales. En los principios de la ciencia, los científicos se fabricaban sus propios instrumentos. En la medida en que eran más complejos, tenían aprendices a los que dirigían y en la base final meros ejecutores de tareas más sencillas y parciales. Pero es el equipo el que produce la ciencia, la industria y el valor. Al margen de este proceso, los obreros (o quien sea que no decida por sí mismo cuánto quedarse para sí) tienden a exigir o a pedir más en base puramente a sus necesidades reales y también psicológicas (quieren lo que ven que tinen los demás y no intentan siquiera justificar al grupo ajeno, opuesto, enemigo: el socialismo era más eficaz por muchos motivos que por ejemplo el dulcinismo, pero servía igualmente de justificación al obrero para explicarse su propia avidez.) Ese embate por la redistribución (lo de "más justa" es sólo una cobertura ideológica "políticamente correcta") sí que empuja a la más rápida adopción de medidas contentoras (represivas, organizativas, institucionales, tecnológicas...) Es todo bastante complejo. Pero el resultado colateral es un creciente grado de complejización social y por fin de burocratización global de la sociedad.

Insisto en que no fue la evolución política ni sindical la que llevó a la industrialización porque el coste de la mano de obra subiera. Eso sólo es un factor que puede aprovechar una situación dada pero no crearla. Sin energía barata y sin ciencia no hay base para la democracia.

>> La primera parte está contestada justo antes: claro, insisto y acepto y me excuso si no lo dije con claridad en el escueto comentario inicial: la subida de salarios no determina la industrialización, es un fenómeno más del proceso en su conjunto. Ahora, la frase final es relativa: toda democracia y sociedad desde las más primitivas se basan en el predominio fluctuante de grupos hegemónicos que hacem que la democracia no sea efectiva por igual para todos, incluso a veces para nadie. Si nos referimos a la forma "democrática" moderna, ésta ha evolucionado hacia la reducción al mínimo de libertades y derechos de todos en beneficio del uso básicamente totalitario del poder en la mayor medida de lo posible por el grupo burocrático de turno (en una estratificación piramidal de los grados de libertad y derecho, etc.). Tal vez en la época de Mill o Tockeville en USA, Francia y UK y poco más, "los representantes del pueblo prestaban atención al clamor de las masas (algo que Mill veía por cierto como muy peligroso, y con razón)" pero hoy ni siquiera eso: se compra el voto con 400 euros y un montón de promesas y se busca que todo siga lo más igual posible. De producirse una situación de caos, ya veríamos quiénes salen a protestar, cómo y con qué objetivo tendencial (quizá una dictadura paternalista que puede llegar sin problema alguno a ser fascista o bolchevique).

>> En cuanto a la segunda entrega de tu respuesta, no encuentro demasiado necesario extenderme ya que hay menos cosas de bulto. Sólo que no coincido con la idea de equiparar la relación entre países más-menos desarrollados con la relación capital-trabajo, y esto por muchas razones que al no estar detalladas en tu texto sólo tomaré como metafóricas. Y por último, lo de democracia/colapso como alternativas antinómicas también lo discutiría un rato, ya que para mí la democracia nace como necesidad del proceso de burocratización que precisamente lleva al colapso. Esto no quiere decir que proponga una solución como la ausencia de democracia (no propongo nada ya que no está en mi nano ni en mi espíritu ser un dirigente engañoso que mediante un grupo organizado imponga una solución práctica mientras me creo y/o hago creer a los demás que persigo una utopía benéfica, ni crea siquiera que sea capaz de representar a pocos más de a mí mismo y menos a la humanidad). No, claro, prefiero la democracia como individuo y como intelectual, de un modo simplemente egoista. Yo prefiero un sistema que me deje libertad, me permita sacar provecho de mis capacidades y mi origen social, etc., aunque "otros" sistemas sirvan mejor para repartir pan entre los necesitados (al margen de en qué medida y de a cuántos, por qué, etc.) Es obvio que la democracia fue desde un principio un cascarón hipócrita y desconcertante que a lo largo del proceso se fue vaciando cada vez más de sus propias pretensiones altruistas por la vía de su apropiación por la burocracia política (tecnocracia, partidocracia, etc.); pero esto no es un fenómeno contranatura sino absolutamente inevitable por su propia naturaleza.

Un saludo cordial y hasta la próxima.