sábado, 2 de febrero de 2008

La sociedad bipolar. 27

La democracia y las libertades son un resultado de la evolución social de la humanidad como el sistema de gestión pacífica de los conflictos que aparecen entre diferentes personas o grupos tanto más cuanto más se diferencien por su posición relativa dentro de una sociedad compleja y segmentada o por la ideología con la que se representan y explican esa posición. En las etapas más primitivas de la humanidad, los grupos familiares de cazadores recolectores (1) no podían estar formados por muchas personas pues la cantidad de alimentos disponible limitaba la densidad de población y su dispersión. Y en esas circunstancias las diferencias individuales sólo se podían basar en los diferentes papeles por la edad y el sexo.

La evolución de las sociedades fue posible donde la densidad de recursos y su disponibilidad regular hizo posible el aumento de población y su concentración en algunos puntos. A partir de ese momento un individuo podía especializarse en determinada función y la eficacia de su trabajo aumentaba sus resultados, pero la consecuencia fue la formación de grupos diferenciados y que podrían verse a sí mismos como diferentes de otros y con diferentes intereses. Por otra parte, no sólo la producción de bienes o servicios económicos se especializaba sino las funciones sociales. Es evidente que en los grupos familiares algunos adultos están especializados en la crianza o en la defensa y que la experiencia de algunos los hace servir de guías y de depositarios de la experiencia acumulada. Pero estas mismas funciones adquieren otro papel en un grupo numeroso, pues la defensa o la experiencia será mejor administrada por los más fuertes, hábiles o valientes, mientras que la experiencia cultural lo será por los más sabios y prudentes y es así como aparecen los administradores, los guerreros o los sabios. Y en cuanto que la diversificación y la especialización hace aparecer una escala de capacidad y habilidad la sociedad se segmenta por sus funciones.

Por otra parte, las relaciones familiares instintivas son reconocidas de modo inmediato y los hijos buscan protección en sus padres o parientes adultos o en los afines a éstos. El contacto frecuente establece un hábito de buscar y dar protección y de crear alianzas entre iguales o entre desiguales a través de la consideración de unos como familiares o amigos de otros y de la elaboración de un registro individual y social de cooperaciones o enemistades. Hoy se ve claro que los comportamientos humanos están orientados a la cooperación e incluso las rivalidades y enemistades tienen lugar en un sistema de alianzas en que el individuo involucra en el ataque o la defensa a los que considera como de su cercanía. Sin embargo al ir creciendo el número de personas de una sociedad la relación inmediata como familiar o como dador o acreedor de favores y cuidados se desdibuja salvo donde se estructura en forma de ideología. Es imaginable que la idea de parentesco lejano y de antecesores comunes evolucionó de una visión concreta a una abstracta y se pasó de ideas de hermanos o primos lejanos a una idea de miembro de un clan, sin necesidad de recordar una linea de parentesco determinada. Y del mismo modo, la idea de antepasado común pudo ser reelaborada en forma de recuerdo de los antepasados, de mito o de culto donde se imaginó una presencia de los muertos en una forma o mundo paralelos a los de los vivos.

Las ideologías más básicas debieron contemplar dos aspectos: la pertenencia de un individuo a un grupo y su posición dentro de éste. La ascendencia, los aspectos culturales, desde el idioma y el vestido hasta las costumbres y cultos, y en general, todo lo que podía crear una idea de pertenencia, diferenciación y especialización son el material de esas ideologías mientras que su función es la estructuración de colectivos cohesionados capaces de ser eficaces frente al ambiente, a otros individuos o a otro colectivos. La idea de clan podía incluir las de relaciones familiares y antepasados puramente legendarios y, fueran conscientes o no de ello, los individuos que argumentaban conforme a esa ideología le daban un papel práctico y concreto. Es decir, la ayuda requerida o debida a miembros del clan en función de una ascendencia común es el objeto real buscado mientras que la idea de un antecesor común puede creerse y valorarse en función de los beneficios de esa ayuda. Obviamente, una persona busca la ayuda en otro debido no a que ambos tengan de hecho un antecesor común sino a que ambos creen tenerlo y pueden argumentar que lo tienen o no, convencidos de lo importante de ese hecho. No son conscientes de que su ideología tiene una función práctica, pero eso es lo que buscan, pues si argumentaran sólo sobre lo práctico parecería probable que un individuo diera o negara la ayuda según su capricho mientras que, al referir la obligación a una realidad no puesta en discusión por una sociedad o grupo, la garantía de que un miembro del grupo cumplirá su obligación es mayor y cuenta con la sanción moral del colectivo.

Cuando las sociedades se hacen más complejas y aparecen ciudades en un entorno agrícola y ganadero aparece también la posibilidad de reconocerse como miembros de colectivos por la función social según las que van surgiendo, pero no se puede olvidar que hasta la época industrial, la proporción de agricultores y ganaderos fue muy alta, quizá del 80% por lo menos, y que su dispersión por el territorio no daba lugar a las concentraciones urbanas donde unos se pueden reconocer como trabajadores industriales, comerciantes o cualquier otra clase social. La posibilidad de que un individuo buscase un grupo en el que considerase miembro y sujeto de deberes y derechos -que es la función del grupo para el individuo- pasaba por reconocerse miembro de un clan, una raza, una religión, tal como sucede hoy en las sociedades más atrasadas. Tenemos siempre unos hechos reales: la pertenencia a un colectivo familiar, religioso o racial y las relaciones sociales que existen entre sus miembros como sociedad de cooperación, y un uso práctico de esos hechos buscando para la cooperación las relaciones de pertenencia mutua a un colectivo. Se supone que es un hecho natural la relación de deberes y derechos mutuos entre los miembros de un colectivo social y se busca argumentar la existencia de ese colectivo o la pertenencia a él como base para esos derechos y deberes. Lo cual significa que si se busca la cooperación se crea un colectivo, incluso inventándolo o fingiendo su existencia ya que lo importante no son unos hechos remotos sino sus consecuencias prácticas en el momento deseado.

También es obvio que si se concibe que las relaciones sociales se basan en la pertenencia a colectivos naturales como los de ascendencia común, cultura o religión comunes, los conflictos se expresen como antagonismos entre esos colectivos naturales y los grupos enfrentados se definan y se imaginen como clanes distintos con relaciones familiares problemáticas, culturas diferenciadas o religiones opuestas, por mucho que la mayoría de los individuos no elaboren de forma completa una teoría de esas oposiciones como historias o teologías diferentes sino que se adhieran a ellas cuando alguien las elabore partiendo de su pertenencia a los colectivos enfrentados y no por su verdad. La ideología suele surgir arbitrariamente y sin una relación necesaria con la realidad, pero son las consecuencias las que seleccionan qué ideologías funcionan como ventajas para los que las adoptan como identificación y mecanismo de cooperación y cohesión de grupo y por lo tanto qué ideologías están presentes dado que los grupos que las siguen han tenido un éxito que los ha hecho extenderse o, al menos, perdurar.

Tenemos, por lo tanto, que el desarrollo de la industria y el comercio creó funciones específicas y un conjunto de personas con esas funciones y con circunstancias e intereses paralelos, tal como los cambios históricos anteriores habían creado la agricultura y a los agricultores como clase social, es decir, como conjunto de individuos con circunstancias e intereses similares o paralelos. Y la artesanía y el comercio, la administración o la guerra, crearon otras clases. Pero de un modo transversal, en forma de otros ejes de un espacio social, la pertenencia a colectivos étnicos o religiosos reflejaba los diferentes intentos del ser humano de formar parte de colectivos sociales que le aporten ayuda y protección y que le sitúen en un entorno donde la vida y el futuro resultan seguros o, al menos, predecibles.

Todos esos colectivos y sus posibles subdivisiones entran en conflicto unos contra otros por el mismo hecho de definirse e imaginarse como diferentes y opuestos, con obligaciones de ayudar a los que pertenezcan al mismo grupo y contra los intereses de los demás grupos, vistos o creídos como opuestos e incluso incompatibles. Los intereses y relaciones diferentes o coincidentes o los proyectos diferentes o coincidentes establecen zonas de ruptura y de colisión que ponen a todos los miembros de un grupo a un lado frente a los de otro y activan la cooperación interna contra un enemigo externo, creando así una mayor ruptura y realimentando cualquier tipo de conflicto por mínimo que fuera en su inicio. La dinámica de esos conflictos socializados suele ser tan sencilla como preocupante pues el conflicto crece en la medida en que un colectivo crea que le beneficia o que le va a beneficiar en un futuro cercano, con una tolerancia a que los hechos se desvíen de lo previsto tan grande como lo sea el fanatismo que anima al grupo.

Sin embargo, la naturaleza compleja y segmentada de las sociedades desarrolladas mantiene la estructura en grupos diferenciados y hace imposible que unos eliminen a otros ya que se pueden eliminar personas pero no las funciones sociales y económicas diferenciadas, salvo que la sociedad se desmorone y se retroceda a un nivel de agricultura primitiva o más abajo. Por lo tanto, las sociedades se ven inmersas en conflictos abiertos o latentes que se intensifican en las crisis, y quedan obligadas a alguna de las consecuencias posibles: la gestión pacífica en la forma de democracia, la dictadura de unos grupos sobre el resto por el engaño o la violencia o la perpetuación violenta de los conflictos y sin victoria definitiva de ningún grupo. Lo que podemos afirmar es que cualquiera de esas situaciones es posible, incluso el retroceso en el desarrollo económico y social si la destrucción alcanza un grado suficiente y que la probabilidad de evolucionar de una a otra está en función, como dije antes, de los recursos disponibles, el conocimiento y las ideologías y de la interacción de miles de personas, pero que ninguna es un estado definitivo e inmutable dado que en cualquiera de ellas persiste algún tipo de conflicto.

Podíamos preguntarnos si la democracia, al permitir la gestión pacífica de los conflictos dentro de una sociedad compleja y realizar las mayores potencialidades de las sociedades humanas será el estado más estable y, por lo tanto, el más duradero una vez alcanzado. Parece claro que las sociedades basadas en la desigualdad generan más conflictos pues los perjudicados son muchos mientras que una basada en la igualdad y en el diálogo como vía para resolver los conflictos tiene, como mínimo, la ventaja de evitar la violencia y sus resultados destructivos. Y, si las ocasiones para los conflictos son menos frecuentes y las crisis no desembocan en daños que se convertirían en motivos para nuevos conflictos, la estabilidad no sólo será mayor sino que será valorada por los individuos como un bien que defender.


Nota 1:
Caza-recolección en Wiki (Subir)


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