jueves, 1 de noviembre de 2007

La sociedad bipolar. 8

La religión, decía anteriormente, apareció como algo que relacionaba al individuo con lo que cree que está detrás de lo visible: los muertos y los seres animados que se suponen detrás de la actividad de lo natural. La importancia de esa relación hacía que fuera un asunto más colectivo que personal y que se participara en grupo en las ceremonias. Pero obviamente los primeros grupos serían familiares o de clan y así mismo lo serían los seres sobrenaturales y las ceremonias para relacionarse con ellos. Los dioses personales o de lugares cercanos serían parte de creencias colectivas en el sentido de ideas y prácticas paralelas por interacción y herencia de una cultura común. Así, es muy probable que las ceremonias tuvieran un carácter social y político en ocasiones importantes y que ese carácter dependiera de la estructura social y política del grupo: dioses familiares y clánicos para las familias y clanes, dioses de los reyes en las monarquías o teologías más elaboradas donde se creaban castas sacerdotales.

Hoy, cuando la religión como ideología social compite en desventaja con otras en el mundo desarrollado y tras una tensión de siglos por el poder entre las instituciones religiosas y políticas, tendemos a pensar que se trata de algo relativo a la creencia y la vida personales. Pero opino que la importancia de la religión en la antigüedad era práctica pues se relacionaba con la vida y la muerte, la salud, la prosperidad, la guerra y la paz. No se trataría de una creencia neutra a efectos políticos sino de un modo de organización social y política. Del mismo modo que se suponía que algo producía la ira o la simpatía de un ser divino y tenía como consecuencia la salud o la curación individual, la pobreza o la prosperidad individual, se suponía que tenía consecuencias en la salud y la prosperidad colectivas: en las epidemias, las guerras, las buenas y malas cosechas. Y, del mismo modo que había ritos y ceremonias que un individuo practicaba para buscar su bien o el bien o mal de otros, había ritos y ceremonias que implicaban a toda la sociedad en buscar el bien social propio y el bien o el mal social ajeno. No se podría ver con indiferencia la creencia o la práctica religiosa individual cuando de esa creencia y práctica podrían derivarse una mala cosecha, una guerra o una epidemia.

Por ese motivo, las religiones eran más bien codificaciones de creencias y prácticas en relación con asuntos que involucraban la relación de la sociedad con los seres divinos y no simples conjuntos de ideas o prácticas personales. Basta leer los textos antiguos para ver que esto era así y que la reacción de una sociedad contra un disidente religioso tenía que ver con el miedo a una represalia del dios contra la sociedad en conjunto.

Pero las religiones, al involucrarse en la organización y las prácticas sociales, tomaban postura y partido por unas estructuras y prácticas y contra otras. Así, leyendo los primeros libros de la Biblia se observa cómo hay un interés del redactor por relacionar a la divinidad, al individuo y a su vecino. Del Decálogo, los tres primeros preceptos se refieren a la relación del individuo con Dios, pero los otros siete se refieren a las relaciones sociales: respeto a los padres, a la vida, a la propiedad, a la fama o a la familia ajena. E incluso los tres primeros pueden ser interpretados como normas de importancia social: amar a Dios es situar la fuente de la estabilidad social por encima de la voluntad individual y hacer obligatorio su culto; lo mismo en el caso de celebrar las fiestas o usar el nombre de Dios ya que, probablemente, ese nombre era usado como apoyo del testimonio que se daba, de la acción y manifestación de profetas o del poder para gobernar y legislar. Al proteger la organización social estaban protegiendo al individuo de los abusos de otro semejante o más poderoso. No obstante, también existe una toma de postura y partido a favor de las castas sacerdotales y sus ritos o del poder político, cosa que entra en contradicción frecuentemente con lo anterior, si se defiende al poderoso de la rebelión de sus subordinados.

Por lo tanto, la religión fue hasta fechas históricamente muy recientes, una de las formas e ideologías de estructuración y cohesión social y cuando las revoluciones liberales derriban las monarquías y las sociedades estamentales o las amenazan, las élites superiores o intermedias de poder que se ven en peligro reaccionan usando esa ideología y practica religiosas como medio de cohesión con los campesinos perjudicados por el paso de las propiedades comunales a manos privadas o, meramente, como cohesión con todos los que tuvieran tradicionalmente la religión como norma ideológica y práctica frente al aspecto antirreligioso de los movimiento revolucionarios burgueses y liberales. Y probablemente, a partir de unos comienzos de distanciamiento, la dinámica de choque entre grupos y de cohesión interna de tales grupos llevó a la acentuación y radicalización de las posturas hacia el anticlericalismo y el integrismo.

La importancia de la religión y su papel de cohesivo social e identidad y estructura política se advierte con claridad si consideramos la penetración de la organización religiosa hasta cada pueblo y en el adoctrinamiento de cada individuo y en su educación sobre cuál es su papel en el Universo y en la sociedad. Es inexplicable la historia de nuestro mundo sin la organización de los cristianos en el Imperio romano, las diferencias entre las diversas sectas, su relación con el judaísmo y el islam. Y es inexplicable la identidad europea sin la extensión del modelo de monarquías en colaboración con los obispos hacia el norte germano y eslavo, ni la historia sin el cisma de oriente o la reforma protestante. Suponer que la religión era una simple opinión de los individuos deja sin causa a los fenómenos más importantes que nos han traído a lo que es el presente.

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